sábado, 26 de octubre de 2013

Mike Porcel: la Canción

Apuntes abiertos a propósito de los discos INTACTVS y Personal.

Pocas veces me he preguntado qué edad tendrían aquellos héroes de mi primera niñez, que se lanzaron a la conquista del oeste o al centro de la tierra o viajaban veinte mil leguas bajo el mar o en globo alrededor del mundo. Sabía tan sólo que estaban llenos de ambiciones y sueños de cosas nuevas, de mundos diferentes y mejores porque realmente sólo eso me interesaba saber.
Escuchando los discos INTACTVS y Personal de Mike Porcel no hacía más que preguntarme  “¡pero ¿qué edad tiene este hombre?!"  Porque Mike hace tanto que es un clásico que uno no espera verlo aún escarbando en la cima de una montaña, al parecer desierta, buscando oro o intentando convertir en oro cada piedra que extrae, la ropa toda cubierta de polvo y sudor, las botas rotas, hurgando, trabajando, como olvidado del tanto tesoro que, acumulado allá abajo, al pie de la montaña, le convierte en un hombre muy rico y le protege: su obra ya realizada.

  

Creados y expuestos en primera persona y de tal manera percibidos, siento necesidad de hablar también en primera persona.
Bellos, Mike. Bellos!  INTACTVS y Personal, como he dicho sobre algunos libros definitivos, son discos que no se dejan escuchar. Al menos a mí no me permiten avanzar, no de manera lineal en el tiempo. Cada canción es un mundo en sí mismo, un sitio al que tengo que volver una y otra vez para conseguir advertirlo, aprehenderlo en su totalidad. Termina una canción y la repito. Muchas veces va por la mitad y pulso con fuerza rewind para disfrutar o confirmar qué exactamente dijo el poeta o el piano o las cuerdas.
La única imagen general, la única en que como clones coinciden los 14 mundos de ese universo que has llamado INTACTVS y los 16 de Personal, es la Belleza. Belleza de la palabra y la música fundidas. Belleza de la Canción.
Acabo de escucharlos. Orgullo, Mike Porcel, es lo primero y más. Y lo segundo. Orgullo de ti que de alguna manera eres nuestro, aunque en este punto me desoriente y no consiga definir quienes somos exactamente esos nosotros que tenemos necesidad de sentirte nuestro, ni en qué sentido o con respecto a qué pertenecemos a un mismo grupo de algo. Aunque he terminado siendo un individualista radical, cierto pudor aún me impide llamarte sencillamente mío. Tampoco importa mucho. De pronto, mientras escuchaba esas grandes canciones, decidí que, para algún espécimen de persona al que pertenezco, tú eres o representas o simbolizas eso que uno llama “nuestro” en los inútiles momentos en que uno se siente masa o miembro de un colectivo o parte de… Nuestro como llamamos a algunos comportamientos tribales o a los equipos deportivos o a ciertas puestas de sol que “sólo nosotros comprendemos”. Y nuestro como, sin discusión, los mejores hombres de la ¿cuál? nación.
Escuchando tu música decidí también que no pretendes vender a nadie lo mejor que eres. Amén de lo muy difícil que es hoy día hallar comprador para lo que ofreces. Decidí por tanto que sólo lo creas y lo expones. El que lo quiera y lo entienda y lo merezca que lo disfrute y crezca desde lo que ofreces.
Ahora bien, hay algo que no “decidí” yo, algo que es simplemente un dato: Libertad. Libertad es tu música, tu decir, tus arreglos, tus modos melódicos y poéticos. Tu expresión. Libertad, ese requisito imprescindible para que suceda el acto real de la creación y la única atadura exigible para gestar lo bello, el arte. Atadura que, evidentemente, no has podido eludir teniendo en cuenta que en la canción hoy día la libertad es tabú. Y “Mis momentos felices” es la libertad de un hombre más que la de sólo un poeta, en la acepción más abarcadora del concepto. No sé si “Mis momentos felices” es tu-la mejor canción de ese o ambos discos, es tonto comparar e inútil, ni siquiera es mi preferida, ni siquiera sé si es tu mejor momento. Pero es el momento en que me has convencido de eso que “no decidí yo”. 
Y me voy a ahorrar los adjetivos, la explicación que describiría cómo te defino en tanto que artista, puesto que, me has avisado, evades las alabanzas tanto a la hora de recibirlas como de ofrecerlas, pero no me ahorro señalarte aquello de lo que me has convencido: el hombre no puede tener miedo a ser libre, hay que decir lo que se siente necesidad de decir del modo en que uno entiende y decide que lo debe decir. 
Insisto: libertad, amigo, libertad. ¡Con cuánta libertad está construido ese track 7 de INTACTVS! ¡Con cuánta Libertad todo en ambos discos!

Quizás al artista que cargas bajo la piel del hombre que eres no le quede más remedio que ser libre. Quizás no te sea posible “conectar” desde las maneras al uso. Quizás no sepas cuál es el modo apropiado para conectar y entonces te dejas la piel y haces lo que desde sólo ese acto de rebeldía puedes hacer: decir lo que quieres de la manera que puedes, que es siendo libre. Quizás todo eso sea así, pero me temo y quiero creer y creo, porque eso me dice tu obra toda, que tu propósito es justo ejercer tu libertad personal-artística, que es una y la misma, hasta sus últimas consecuencias, sin concesiones ni otra pretensión que el acto mismo de ser tú mismo en el acto de crear. Nada ni nadie a quien complacer. Fue en el momento justo “Mis momentos felices” que tuve que detener INTACTVS, dejé de escucharlo y comencé a contarte esto.

Finalmente acabé de escucharlos los dos a la no sé cuánta vez. Al fin sin detenerlos. Bellos, Mike. Y sólidos y enormes pero fundamentalmente bellos!  
Ahora me queda por delante el tiempo de aprehender cada canción de manera independiente, fuera de la fiesta al alma que son tus dos discos. El tiempo exacto de cada canción.
Qué gustazo!

Rubén.


by Mike Porcel

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