Son pasadas las 12 del mediodía. Hace ya más de seis horas que martillo y martillo sobre la decisión de acostarme de inmediato, de no permitirme transitar otro día sin aprovechar la luz del sol, esa luz que se cuela hay rato por entre las rendijas de la persiana, de esa persiana que no me atrevo a abrir porque eso sería romper definitivamente la noche, la misma noche que me malcría hace tantos años, que me acurruca, me alcanza la guitarra y el libro, o me arrastra red adentro por los enmarañados pasadizos repletos de tentaciones de la Internet.
Cada minuto igual, “ya me acuesto”... tan... “ni un segundo más”.. tan tan tan... “bueno, un último vistazo al correo”...
Entonces, un mail, con archivo adjunto y
Asunto: "Rubencito, Brodeco!!!" (lo que excluye toda posibilidad de uno de esos empalagosos pps).
Voy al remitente, Enrique Collazo Pérez, y adivino: ¡buena música!
Leo de inmediato:
“Asere, Ud. y yo tenemos... (privado) ...del todo, por ello es que esta vez le disparo un temazo inclasificable de un niche yuma que tiene un vozarrón del tiempo de la esclavitud, especial para el blues, pues es un autentico lamento la voz del tipo, y a la vez con una sensualidad de 7 pares. El tipo se llama Terry Callier y ya es temba pues esta dando guerra -interrumpida- desde los 70, pero ahora ha vuelto con nuevos bríos y con una vozaza añeja y envolvente que te eleva, te transporta Man! Espero que Ud. que tiene unas guatacas del recontracoño divino admire esta obrita maestra como yo. Un abrazote Tiger!!! Collo”
Hace más de 70 minutos de eso. He cambiado el martilleo por este otro “ruido” que, no sabiendo como agradecer al Collo que me lo haya regalado (porque ya es mío, como la noche), he decidido compartir aquí.
Gracias, Collo. Lo he escuchado ininterrumpidamente desde entonces.
Te abrazo.
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