
Francamente, estoy hasta reventar de ser pobre. Este tipo de cosas
(Expreso Oriente) , que a mucha gente le parece frívolo e insustancial, a mi se me antoja fundamental: ojalá hasta el último negrito de la más pobre tribu africana, el más humilde indiecito del altiplano y el campesino camboyano menos ostentoso, pudieran disfrutar, junto al resto de la humanidad, de una vida en la que disponer de estas cosas no fuera un lujo, sino un sencillo modo de viajar o de ir al trabajo... Sería la evidencia de que todo lo demás está resuelto, desde el techo y la alimentación hasta la educación y la cualificación más elevada.
A eso reduzco mi "opción por y para los pobres": un mundo repleto de riquezas, de gente rica, culta, de altísimos valores humanos.
La solidaridad es desear y hacer todo lo posible porque nuestros esfuerzos se traduzcan en una aldea común de bienestar y felicidad.
Pero, hay que tener bien claro que todo eso pasa por la garantía de la libertad más absoluta, la erradicación de cualquier paternalismo, el énfasis en el esfuerzo personal, el instinto emprendedor, el ansia de prosperidad, el intercambio espontáneo, sin intervencionismos.
La alegría y la felicidad son contagiosas, gustamos de comunicarlas. Una relación así nacida no debe provocarnos envidia, malestar, suspicacias ni frustraciones. Cuando alguien prospera nuestro deber es alegrarnos. Yo, mucho me alegro cuando sé de gente que triunfa gracias a su empeño y perseverancia, siempre que los pilares sobre los que se levantan son la honestidad y la honradez.
No todos tenemos los mismos sueños y proyectos, ni nos fijamos las mismas metas, pero jamás debemos sentir como ajenos el cumplimiento de cualquiera de ellos por otro humano.