Dicho esto...
(I)
Entre las emociones que habitualmente descolocan mis primeros y más densos días de julio, dos destacan este año: el reencuentro con unos apuntes garabateados por mí hace casi 20 años, y el cerrado aniversario 40 de la llegada del hombre a la luna.
Me debatía entre la tentación de citarme, asumida tal pedantería, colgando una reflexión sobre la honra, y la agitación que me provoca aun el recuerdo de aquella noche de mi niñez, junto a mis padres y mis hermanos, escuchando cómo nuestro viejo radio negro pitaba* los primeros pasos de Neil Amstrong sobre la luna.
Enfrentado a esos dos temas tan distintos, (soy muy indeciso... ¿o no?) se me iban las horas contemplando la pantalla y sin poder teclear una palabra completa. No lograba armonizar con aquel apunte acerca del honor, sosteniendo motivos mas bien estéticos, y no se me ocurría, entretanto, nada original acerca del viaje del hombre a la luna.
No creo en el azar. Por eso sé que, a pesar de tantos días intentándolo, no llegué a concretar nada sobre alguno de los dos temas porque finalmente iban a converger, como todo en la vida, en un mismo punto, motivo, noticia, reflexión...
El apunte:
Uno de los más altos atributos humanos ha desaparecido hacia esta última mitad del Siglo XX: la honra. El catador de que me sirvo para concluir tamaña tragedia es la certidumbre de que ninguna de las personas que he conocido a lo largo de mis treinta años, se ha sentido jamás deshonrada.Me confirmo en ello, actualizo la edad: 48, y apunto a la cualidad: el honor.
Aunque la honra y el honor son sinónimos en español, en ocasiones se hace distinción entre ambos términos. No es mi intención entrar en valoraciones al respecto, por lo que tomo en referencia el que más me atrae de ellos:
El honor, atributo que considero practicamente extinguido, y que me remite, en una primera y probablemente única lectura, a los antiguos caballeros medievales, sus códigos y normas, y sus homólogos orientales, los samurais, para quienes la perdida del honor conducía al Hara- kiri y cuyo código dicen que señala: "cuando se pierde el honor, es un alivio morir; la muerte no es sino un retiro seguro de la infamia".
(II)
Como la figura de un puzzle, el honor solo puede completarse si encajamos en él un monton de diferentes piezas, con sus propias formas y medidas, entre las que destacan: la lealtad, la generosidad, el afan de justicia, el sentido de la vergüenza, la modestia, la templanza, la caridad, la exigencia a nosotros mismos, el respeto, el decoro, la dignidad, la honradez, la integridad...
La agresión al honor pone en tela de juicio cualquiera de estas cualidades o a todas en conjunto. Aunque no tengo noticia de que alguna vez haya sido un atributo generalizado en el hombre, una lectura superficial de las más tempranas inclinaciones en todos los mortales que hayan tenido una normal adolescencia y primera juventud, me hicieron suponer alguna vez que la tendencia natural del humano es el crecimiento espiritual y adquisición cada vez mayor de hermosos valores y su manifestación.
¿Me equivoqué? ¿o sencillamente el honor no es realmente una cualidad necesaria o engrandecedora del alma humana?.
Tampoco es mi interés debatir (en realidad lo que no tengo es tiempo para ello) la actualidad de este atributo, su función o conveniencia en estos tiempos que corren: a mí su carencia me parece un paso atrás en la evolución del hombre, y punto. Tampoco intento juzgar o señalar siquiera el nivel de la decadencia en el humano ó las razones que nos han traido a esta situación. El señalamiento está hecho. ¿Provocación, obviedad? Tómese como quiera. Ahí está.
Tan solo una acotación, necesaria e imprescindible si pretendo ser honesto: no todo está perdido aun. Mejor: no todos estamos perdidos.
Y es, en este punto, donde convergen los citados motivos del comentario:
(III)
Cuarenta años después de haber pisado la luna por vez primera en la historia, vuelven sus principales protagonistas a ocupar espacio en las primeras páginas de la prensa, en la radio y la televisión mundiales, vuelven a ser noticia, los homenajes y agradecimientos, pero vuelven también los aberrados de turno (nótese mi toma de partido: ABERRADOS), reaparecen estos personajillos, (camuflando su antiamericanismo en ese casi institucionalizado oficio de "activista antisistema" y amparados por la libertad de expresión que solo ese sistema al que se oponen les permite), con su pretención no solo ya de poner en duda que Neil Armstrong, Michael Collins y Edwin "Buzz" Aldrin, hayan pisado realmente la luna, sino acosándoles y agrediéndoles con insultos.
El honor no es un título nobiliario, ni un nombramiento o diploma, no es algo que se le pueda otorgar a una persona: el honor se posee ó no. Y me reafirmo en la opinión de su practicamente total extinción, dejándoles en este video, como excepción que lo confirma, una muestra de como salda la afrenta un hombre de honor:
un individuo interfiere a "Buzz" Aldrin , de 79 años, segundo hombre en pisar la luna, diciéndole que aquello fue una farsa, que es un mentiroso... sin tener en cuenta que hay aun quienes poseen, lucen e irradian honor.
(*) el gobierno de Cuba interfiere la señal de las emisoras de radio que emiten sus programas desde Estados Unidos, y consigue que se escuche un pitido en el receptor cuando se sintoniza la emisora... lo que no consigue es que no las escuchen los cubanos.