viernes, 14 de agosto de 2009

El hombre, el honor, la luna.

Creo en el Hombre, pienso que su naturaleza es bondadosa, pero que agoniza carcomida por la ignorancia, ese virus inmutable que se multiplica a la misma velocidad que el acceso a la información.
Dicho esto...

(I)
Entre las emociones que habitualmente descolocan mis primeros y más densos días de julio, dos destacan este año: el reencuentro con unos apuntes garabateados por mí hace casi 20 años, y el cerrado aniversario 40 de la llegada del hombre a la luna.
Me debatía entre la tentación de citarme, asumida tal pedantería, colgando una reflexión sobre la honra, y la agitación que me provoca aun el recuerdo de aquella noche de mi niñez, junto a mis padres y mis hermanos, escuchando cómo nuestro viejo radio negro pitaba* los primeros pasos de Neil Amstrong sobre la luna.
Enfrentado a esos dos temas tan distintos, (soy muy indeciso... ¿o no?) se me iban las horas contemplando la pantalla y sin poder teclear una palabra completa. No lograba armonizar con aquel apunte acerca del honor, sosteniendo motivos mas bien estéticos, y no se me ocurría, entretanto, nada original acerca del viaje del hombre a la luna.
No creo en el azar. Por eso sé que, a pesar de tantos días intentándolo, no llegué a concretar nada sobre alguno de los dos temas porque finalmente iban a converger, como todo en la vida, en un mismo punto, motivo, noticia, reflexión...
El apunte:
Uno de los más altos atributos humanos ha desaparecido hacia esta última mitad del Siglo XX: la honra. El catador de que me sirvo para concluir tamaña tragedia es la certidumbre de que ninguna de las personas que he conocido a lo largo de mis treinta años, se ha sentido jamás deshonrada.
Me confirmo en ello, actualizo la edad: 48, y apunto a la cualidad: el honor.
Aunque la honra y el honor son sinónimos en español, en ocasiones se hace distinción entre ambos términos. No es mi intención entrar en valoraciones al respecto, por lo que tomo en referencia el que más me atrae de ellos:
El honor, atributo que considero practicamente extinguido, y que me remite, en una primera y probablemente única lectura, a los antiguos caballeros medievales, sus códigos y normas, y sus homólogos orientales, los samurais, para quienes la perdida del honor conducía al Hara- kiri y cuyo código dicen que señala: "cuando se pierde el honor, es un alivio morir; la muerte no es sino un retiro seguro de la infamia".

(II)
Como la figura de un puzzle, el honor solo puede completarse si encajamos en él un monton de diferentes piezas, con sus propias formas y medidas, entre las que destacan: la lealtad, la generosidad, el afan de justicia, el sentido de la vergüenza, la modestia, la templanza, la caridad, la exigencia a nosotros mismos, el respeto, el decoro, la dignidad, la honradez, la integridad...
La agresión al honor pone en tela de juicio cualquiera de estas cualidades o a todas en conjunto. Aunque no tengo noticia de que alguna vez haya sido un atributo generalizado en el hombre, una lectura superficial de las más tempranas inclinaciones en todos los mortales que hayan tenido una normal adolescencia y primera juventud, me hicieron suponer alguna vez que la tendencia natural del humano es el crecimiento espiritual y adquisición cada vez mayor de hermosos valores y su manifestación.
¿Me equivoqué? ¿o sencillamente el honor no es realmente una cualidad necesaria o engrandecedora del alma humana?.
Tampoco es mi interés debatir (en realidad lo que no tengo es tiempo para ello) la actualidad de este atributo, su función o conveniencia en estos tiempos que corren: a mí su carencia me parece un paso atrás en la evolución del hombre, y punto. Tampoco intento juzgar o señalar siquiera el nivel de la decadencia en el humano ó las razones que nos han traido a esta situación. El señalamiento está hecho. ¿Provocación, obviedad? Tómese como quiera. Ahí está.
Tan solo una acotación, necesaria e imprescindible si pretendo ser honesto: no todo está perdido aun. Mejor: no todos estamos perdidos.
Y es, en este punto, donde convergen los citados motivos del comentario:

(III)
Cuarenta años después de haber pisado la luna por vez primera en la historia, vuelven sus principales protagonistas a ocupar espacio en las primeras páginas de la prensa, en la radio y la televisión mundiales, vuelven a ser noticia, los homenajes y agradecimientos, pero vuelven también los aberrados de turno (nótese mi toma de partido: ABERRADOS), reaparecen estos personajillos, (camuflando su antiamericanismo en ese casi institucionalizado oficio de "activista antisistema" y amparados por la libertad de expresión que solo ese sistema al que se oponen les permite), con su pretención no solo ya de poner en duda que Neil Armstrong, Michael Collins y Edwin "Buzz" Aldrin, hayan pisado realmente la luna, sino acosándoles y agrediéndoles con insultos.

El honor no es un título nobiliario, ni un nombramiento o diploma, no es algo que se le pueda otorgar a una persona: el honor se posee ó no. Y me reafirmo en la opinión de su practicamente total extinción, dejándoles en este video, como excepción que lo confirma, una muestra de como salda la afrenta un hombre de honor:
un individuo interfiere a "Buzz" Aldrin , de 79 años, segundo hombre en pisar la luna, diciéndole que aquello fue una farsa, que es un mentiroso... sin tener en cuenta que hay aun quienes poseen, lucen e irradian honor.



(*) el gobierno de Cuba interfiere la señal de las emisoras de radio que emiten sus programas desde Estados Unidos, y consigue que se escuche un pitido en el receptor cuando se sintoniza la emisora... lo que no consigue es que no las escuchen los cubanos.

sábado, 8 de agosto de 2009

I Believe

El Rockefeller Center, situado en la Quinta Avenida de Manhattan, Nueva York, es un espectacular complejo de 19 edificios dentro de los que se encuentran prestigiosos teatros, importantes sedes, estudios de televisión, oficinas, tiendas, restaurantes, bares, conectados entre sí subterráneamente por túneles. El Radio City Music Hall, el Associated Press Building, el Simon & Schuster Building, el International Building con su famosa escultura Atlas, el jardin Channel Gardens, el British Empire Building, La Maison Française y la Lower Plaza, con su pista de hielo para patinaje y la escultura Prometeo.

Todo impresionante a la vista. Enorme. Respetable.

Pero, nada en todo el complejo resulta tan conmovedor y sólido como una placa a la entrada, sobre la que hay grabado el texto de un discurso de John Rockefeller Jr, un credo, ante el cual toda la física dimensión del complejo queda reducida a una simple labor de faro, al que se le ha asignado la humilde tarea de señalizar y guiar hasta allí a todo el que visite la Gran Manzana, para mostrar el sueño de un hombre, su humana magnitud, muy alejada de la aparente ostentación conque se alzan esos hermosos edificios.

Al tiempo que mi hijo nos traducía a mi esposa y a mí las palabras grabadas en la placa, mis ojos comenzaron a ver, en cada uno de los muros de hormigón, el entramado de sudor y sueños sobre los que fueron construidos.

Yo creo
Creo en el valor supremo del individuo y en su derecho a la vida, la libertad y a la búsqueda de la felicidad.

Creo que todo derecho implica una responsabilidad; toda oportunidad, una obligación; toda posesión, un deber.

Creo que la ley fue creada para el hombre y no el hombre para la ley; que el Gobierno es el servidor del pueblo y no su amo.

Creo en la dignidad del trabajo, ya sea intelectual o manual; que el mundo no le debe a ningún hombre la subsistencia, pero que le debe a cada hombre una oportunidad de ganarse la subsistencia.

Creo que el ahorro es esencial para llevar una vida ordenada y que la economía es un requisito primordial de una sólida estructura financiera, en el gobierno, los negocios o en la vida privada.

Creo que la verdad y la justicia son fundamentales para un orden social perdurable.

Creo en el carácter sagrado de una promesa, que la palabra de un hombre debe tener tanto valor como su firma; que el caracter -no la riqueza, el poder o la posición — es el bien supremo.

Creo que la prestación de servicios útiles es el deber común de la humanidad y que sólo en el fuego purificador del sacrificio es consumida la escoria del egoísmo y se libera la grandeza del alma humana.

Creo en un Dios todo sabiduría y todo amor, con cualquier nombre conque se le conozca, y que la entrega más alta de toda persona, la mayor felicidad y la utilidad más amplia provienen de vivir en armonía con Su voluntad.

Creo que el amor es la cosa más grande del mundo; que sólo él puede vencer al odio; que la justicia puede y triunfará sobre la fuerza.

JOHN D. ROCKEFELLER JR.
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I Believe
I believe in the supreme worth of the individual and in his right to life, liberty, and the pursuit of happiness.
I believe that every right implies a responsibility; every opportunity, an obligation; every possession, a duty.
I believe that the law was made for man and not man for the law; that government is the servant of the people and not their master.
I believe in the dignity of labor, whether with head or hand; that the world owes no man a living but that it owes every man an opportunity to make a living.
I believe that thrift is essential to well ordered living and that economy is a prime requisite of a sound financial structure, whether in government, business or personal affairs.
I believe that truth and justice are fundamental to an enduring social order.
I believe in the sacredness of a promise, that a man’s word should be as good as his bond; that character — not wealth or power or position — is of supreme worth.
I believe that the rendering of useful service is the common duty of mankind and that only in the purifying fire of sacrifice is the dross of selfishness consumed and the greatness of the human soul set free.
I believe in an all-wise and all-loving God, named by whatever name, and that the individual’s highest fulfillment, greatest happiness, and widest usefulness are to be found in living in harmony with His will.
I believe that love is the greatest thing in the world...
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