sábado, 11 de junio de 2011

50

Esta mañana, transparente y única como todas, me ha sorprendido sobresaltado ante la perturbadora noticia de que mi esposa, desde hoy 11 de junio de 2011, está casada con un señor de ¡50 años!
Me tengo que replantear seriamente el matrimonio, pues no me gustan las mujeres que andan con viejos. Sobre todo las que son tan hermosas, sensuales y nobles. Siempre he tenido la impresión de que estas, las pobres, no tienen muy claro lo que hacen. O que el fulano tiene mucho dinero. O que, evidentemente, esa mujer nunca ha tropezado con un tipo como yo.
Lo tengo decidido: puesto que está claro que ninguno de esos tres casos es el mío, esta semana misma hablo con mi esposa y, o me da un argumento convincente acerca de qué hace casada con un tío tan antiguo, o me divorcio.

Mi hijo todavía no sabe que, mucho tiempo después, este será el primer cumpleaños que recuerde de su padre. Los hijos, no importa la edad, tienen invariablemente la impresión de que los padres siempre han sido viejos. Lo digo como hijo. Y como padre. No son justos los hijos que cuando cumplen 50 años exclaman:
- “Carambarecuerdo cuando mi padre cumplió esta edad... ¡Diablos! ¡pero él era ya un viejo cuando aquello!” -
Decidido: puesto que ese ha sido hoy exactamente mi caso, esta tarde me hago 20 fotos con mi chiquillo para que, mucho tiempo después, vea que su papito era tan joven como él, o más, el día que cada uno en su momento cumplió 50 años.

Mis hermanos anoche me lanzaban miradas de compasión con gesto resignado. Al felicitarme llegadas las 12, me parecieron un tanto desorientados, entre afligidos y conscientes de lo irremediable de la nueva rara situación. Ambos más jóvenes que yo, no conseguían evitar mirar desde cierta culpa. Algo así como se mira a un conejillo atropellado en la carretera.
Les comprendo: es la primera vez que tienen un hermano con la edad de Papá.

El resto de la familia se reunirá hoy conmigo en plan compromiso familiar, pasando por alto que, puesto que mi padre está al otro lado del océano, pegado a un teléfono en Cuba, han sido convocad@s en homenaje al segundo más viejo de la tribu y Cacique en funciones.
Que yo cumpla 50 años no altera en nada sus circunstancias personales y colectivas:
Mis cuñadas seguirán creyendo que los únicos hombres que existen son mis hermanos y, puesto que a estas alturas, como toda mujer moderna, deben estar convencidas de que todos los hombres somos iguales, estarán sorprendidas de que yo no las ignore. Pues no, hoy no. Es algo complicado de explicar.
Mis sobrinas pequeñas se darán ese baño de primas que no tiene igual en la tierra.
Mis sobrin@s mayores, cobijados por sus satélites naturales, recuperarán nuevamente por un rato el protagónico que resulta de ser, junto a mi hijo, el centro cronológico de la familia.
Los primos nos darán su casa, su bondad y sus oraciones sin faltar al amor.
Todos en la certeza de que a la tercera cerveza me quedaré dormido en el sofá y me despertaré con mi deshilachada melena convertida en una cómica trenza diseñada y confeccionada por mis sobrinas y aplaudida por todos.
Y me querrán. Incluso tan pobre.

Mis amigos al parecer han comenzado a darme, desde ya, tratamiento de jubilado. Últimamente ni se molestan con mis insultos ni se insultan porque no me ocupo de ellos, de escribirles, de llamarles y a veces ni de insultarles. Son la gran ausencia, ya demasiado larga y al parecer irremediable.

Y al final quedo Yo. Desorientado y configurado con los mismos sueños de siempre (es lo bueno que tienen los sueños no cumplidos) Crecido de dudas y deudas. Con menos certezas cuántos más años dejo atrás. Preguntándome acerca de la responsabilidad que me aseguraron llegaría con los años (nunca me dijeron con los cuántos años) Y preguntándome aun ¿cuándo voy a madurar? ¿por qué continúo haciendo muecas delante del espejo? ¿hasta cuándo seguiré aplazando la compra de una muda de ropa bien cara, de esas que no dejan lugar a dudas acerca de tu ideología? ¿cuándo dejaré de andar haciendo chistes a toda hora acerca de todo de manera irreverente y despiadada y con absoluta carencia de tacto y sin atender a la realidad de las arrugas que seguramente tengo y todos ven pero a las que no rindo el respeto que merecen o que merezco por culpa de mi absoluta carencia de un apropiado sentido del comportamiento? ¿para cuándo aquello de ser un adulto no cronológico sino real y necesario?

Hoy cumplo 50 años y tengo mi hambre y la razón ancladas en los 18. No elijo esa edad al azar: lo único que me advierte de la conveniencia de cierta contención es lo ineludible que resultan cada vez más las Garras de La ley del Hombre. Cada día más próximas esas garras a cuanto toco y se me aproxima. Cada día más falsas , más absurdas, más ilegítimas. Sigo queriendo luchar contra esas garras, porque creo que es uno de los pocos buenos motivos por los que luchar. Y lo haré, aunque cada mañana, como esta de hoy, una interior voz amiga, bromista y seria, me advierta:
Cuidado, todo lo que diga el Gobierno puede ser usado en tu contra.

Hoy, al cumplir 50 años, descubro que he recuperado algo que creí agotado hace mucho tiempo: mi Futuro, aquel sobre el que una vez canté que había pasado ya.
Hoy que cumplo 50 años he descubierto que tengo un Futuro nuevo. Y este no dejaré que me lo arrebaten. Esta vez no lo dejaré escapar.
Cumplo 50 años sabiendo que estoy empezando a vivir.
Quiero estudiar.
Quiero ser libre.
Y quiero estar con los míos otros muchos años.

Rubén A.M.
Junio 11 de 2011