jueves, 29 de octubre de 2009

Ella canta. Él toca el violín.

Ella canta. Él toca el violín. Y, aunque también toca el piano y compone y orquesta: Él, toca el violín.
Si bien se conocen y admiran mutuamente, e incluso coincidieron en las escuelas de artes de La Habana, cada cual ha tenido su propia carrera y muy escasas veces han coincidido en escenarios. Yo sé de una vez en Madrid. ¿Tal vez alguna más en este último año en Miami donde actualmente viven ambos?.
Musical y humanamente cada uno de ellos es un universo. Infinitos. Si los hago coincidir aquí es porque, cuando el mundo aprieta y no hallo el modo de saciar las ganas de liberarme tocando la guitarra, hay un sueño que me calma: el sueño de estar encerrado en un cuarto con ellos dos durante muchas horas, sirviendo de alucinado, frágil y manso puente sobre el que deslicen toda la música que son capaces de conjurar. Es uno de mis más recurrentes y hermosos sueños. Y también uno de esos melancólicos, improbables hasta que tuve que abandonar la isla, fraccionados mi pequeño gran mundo profesional, mi familia, mis amigos; todos un único cuerpo mío diseminado por medio mundo.
La música casi les queda pequeña. Es juguete en sus manos. Pero no como elegante casita de muñecas o estáticos soldaditos de plomo, sino como uno de aquellos enigmáticos artefactos chinos o rusos, básicos o no básicos o dirigidos que caían en nuestras manitas de pequeños y que, después de un par de días, saciados y curiosos, comenzábamos a desarmar lentamente hasta convertirlos en un amasijo de tuercas y trozos de lata, que nunca más conseguíamos rearmar.
Y en ese punto se hace luz la diferencia: Gema Corredera y Pedro Alfonso pueden desarmar la música en piezas mínimas, casi indescifrables para otros, e inmediatamente volverla a recomponer. Incluso, pueden convertir el puzzle derramado en otro artefacto distinto y tranquilamente volver a desarmarlo. Eso les permite no aburrirse ni aburrir jamás a nadie. Y sin caer en la irrespetuosidad de hacerle perder su esencia, el ánima con que ha sido creada. Esto, que parece y debiera ser el primer y fundamental artículo de la Constitución en el probable País de la Música, requiere de mucho talento, alta sensibilidad y, por supuesto, de estudio y profesionalismo.
Ella canta, él toca violín y sé que se conocen muy poco. Aun. Pero, musicalmente, tienen más rasgos en común que dos gemelos parecido. Y de ellos el más disfrutable es ese discretísimo y muchas veces irónico guiño al humor, al buen humor con que recrean casi toda la música que interpretan. Amén de la capacidad de improvisar, dibujar y desdibujar lo creado por otros o por ellos mismos. Y no hablo de jazz, ese universo populoso y fértil donde la improvisación tiene su paraíso. Que también. Hablo de dos músicos que están unos grados más allá de géneros musicales, de respetables conceptos academicistas, más allá de todas las convenciones, pero también un grado antes del rebuscamiento y la pedantería de los superdotados.
Ellos ven la música, no solo la escuchan. Como vemos el semáforo y, ante el color amarillo, vamos disminuyendo la velocidad para no colisionar, los escuchas musicar y percibes que conocen y manejan a su antojo todo el enrevesado tráfico de los sonidos, y que se mueven en ese anárquico mapa como nos movemos el resto en una amplia autovía.
Y si, aun en este punto, a algún buen conocedor de músicos talentosos pudieran parecerle notablemente frecuentes estas maneras que apunto, les aseguro que lo que consiguen Gema y Pedro a partir de todo lo anterior, no se aprende, no se estudia, no se ejercita.
Conseguir estremecer el alma y curar espantos y ejercer el amor solía ser patrimonio de brujas y de ángeles en viejos cuentos. También la música lo consigue cuando quien la ejecuta está abducido por esa pócima de poesía conque Dios nos premia a todos, pero que sólo en algunos se manifiesta.
No creo que estas dos criaturas sean conscientes siquiera de la verdadera dimensión de lo que provocan en quienes hemos tenido la suerte de escucharlos. Tampoco puedo garantizar que, como a mí, a todos les resulte seductora su música.
Pero sé que seríamos muchos más a estremecernos si este absurdo circo que es la vida moderna renovara de vez en vez su triste espectáculo o alternara, al menos, los protagonistas.
Y, ojo, tampoco descarto que ambos hayan sido puestos ahí tan sólo para que, cuando el mundo aprieta, pueda yo soñar un cuartito mágico donde, en su música, refugiarme.
Sólo propongo que anoten ambos nombres, y que si tienen la oportunidad alguna vez de verlos en la cartelera de un teatro, de un club, de una tarima o en un banco de parque (que el diablo son las cosas), no lo piensen dos veces, procuren escucharlos. Son dos enormes artistas que les harán sentir cuánto mejor puede ser la vida gracias a gente como ella, Gema Corredera, la que canta, y él, Pedro Alfonso, el que toca el violín.

Y ahora, con perdón, aunque sé que lo que corresponde es una muestra en fenomenales videos grabados en espectaculares teatros, sonido surround y calidad de nominados a Grammy, lo que cuelgo dista de ser profesional: videos de cámaras no profesionales, sonido ambiente en primeros planos, montaje en computadoras caseras. A quienes esas cosas importen, que se salte estas y vaya directamente a Youtube, o a http://www.pedroalfonso.com  donde hay cosas de mayor calidad. Pero a mí la naturalidad y humildad con que estos músicos amigos se entregan, sin melindres ante la "contaminación ambiental", me conmueve al tiempo que los eleva otro grado en la escala de mis favoritos.
Mister Violín
Gema y Pavel

"Gema Corredera", acompañada por Son de Oro en La Reina de Cuba, Madrid, julio 2006. A la guitarra: Rubén Aguiar Muñoz; piano: Leo Herrera, bajo: Danny Aguiar Muñoz, friscornio: Yaure Muñiz, congas: Ángel Aguiar Muñoz.



Pedro Alfonso al Violín. Temas: Flamenco en Dos Patas, autor: Pedro Alfonso.
"Inolvidable", "Dos Gardenias". Participan: Judith Rodés (cantante, percusión menor), Osmandy Fuentes (bongoes ), Pedro Pablo Rodriguez (cajón, percusión cubana), Arturo Mena (piano, teclados),Rubén Aguiar Muñoz (guitarra y bajo). Invitado: KIM (guitarra). Concierto con Amadito Valdés. SEUL, KOREA, Agosto de 2007.


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miércoles, 28 de octubre de 2009

Siete estaciones hasta LAZARODICE

Les cuento cómo hice el viaje. Les recomiendo las siete paradas. Y les sugiero lo realicen en sentido contrario.
Me subí a la red en la Estación Central Cuba Inglesa. En uno de sus andenes pasan una muy buena serie: Crónicas del Aeropuerto, cuyo autor Denis Fortun, ha realizado esta linda Entrevista a Margarita García Alonso, la Chiquita Mala que me tenía guardado de sorpresa, mira qué boleto para un viaje directo a ese trocito de Matanzas que se ha instalado lo más al sur del planeta que ha podido: Lázaro Riera con su LAZARODICE acabadito de sacar del horno. ¡Qué honor!.


Cosas así dice en su blog LAZARODICE

"Si cuentas las veces que quisiste abrazar a tus padres y no pudiste, las veces que engañaste a tu paladar inventando guayabas y mangos, el guarapo que te falta y el mar que solo te quedo en las venas, entonces estás en condiciones de exigirle a la mentira el castigo que se merecen".

Mucha suerte, amigo.

lunes, 26 de octubre de 2009

Las riendas

Para cerrar el post anterior.
Reflexiones de cuatro hombres casados que se encontraban solos y consiguieron ¿pensar?...
Pensador 1 - ¿Cómo hemos conseguido los hombres llevar las riendas de este carro durante siglos y siglos?
Pensador 2 - ¡Cuánta soberbia en esa afirmación! ¿De verdad cree alguien que hemos sido los hombres los conductores?
Pensador 3 - ¡Claro que hemos sido los hombres! ¡¿No ven el desastre a nuestro alrededor?!
Pensador 4 - Ssss...Silencio, por favor, que no acabo de comprender este video...

Estoy en Puerto Loeches sin Judy.

Supongo que todos los cubanos de mi generación (+ -) leyeron el relato de Isaac Asimov que parodio en el título de este post: "Estoy en Puerto Marte sin Hilda".
Si no fue así no pasa nada, yo lo leí por todos ellos, incluso puede que hasta dos veces por cada uno. Fue hace muchos años, cuando tenía más tiempo para leer que libros a mano. Justo lo contrario que hoy día.
El título siempre me ha resultado tan ¿poético? ¿romántico?, ciertamente atractivo, que llevo más de tres décadas conviviendo con el sueño de encontrarme, de pronto, absolutamente sólo en una estación espacial, recostado en un largo sillón, los brazos en alto cruzados tras mi cabeza, los pies sobre la mesa de mandos llena de botones y mis ojos contemplando los millones de astros y estrellas que tiritan tras la pantalla de cristal que me separa de la noche interestelar. Y esperando. Solo eso: esperando el momento de reencontrarme con mi mujer.
Del relato recuerdo poco, pero con toda certeza sé que no tiene nada que ver con mi sueño. El único punto de coincidencia con el protagonista de la historia es que me encuentro y estaré alejado de mi mujer por unos días. Ella está en Cuba, visitando a la familia, dándose un baño de amor y aliviando un tanto, con su presencia y unos pocos euros, la espera y el estómago de aquellos rehenes de los más antiguos e insaciables secuestradores del mundo occidental.
¿Qué sucede cuando un hombre casado, de pronto, se encuentra solo en casa ante la perspectiva de que esa situación se extenderá durante más de una semana?. Sumémosle que ese hombre no tiene absolutamente nada que hacer durante ese tiempo, ni trabajar, porque trabaja junto con ella, ni vacacionar, porque todos los ahorros de ambos, y algún préstamo adicional, han sido destinados a cubrir la parte del rescate correspondiente a este año y ya está en la isla.
Pues, sucede que se está solo. Solo. Soooolo.
Y el problema, lógicamente, no es estar solo (cuánto hombre solo no hay en el mundo), sino que yo, a estas alturas, ¡ya no sé estar solo!.
¿No existe un "Manual para el Hombre Casado cuando se encuentra Solo"?. No lo creo y, si existiera, seguramente hiciera recomendaciones del tipo: lea, escriba, piense, haga dieta... Pues, lo mismo: ya no recuerdo cómo se escribe o se lee o se piensa sin que una dulce pero firme voz me reclame cada 10 minutos, "pipo, un momentico, ayúdame a tender la ropa", o "qué estás haciendo?. Y ¿DIETA? ¿Ahora que tengo a mi disposición ¡turrones, galleticas dulces, helados de chocolate, latas de leche condensada!, sin que nadie me controle, dosifique o me descubra de madrugada en la cocina abarrotándome a hurtadillas de todo ello?.
Y eso no es todo; inmediatamente después que asumes que estás solo viene el desconcierto: ¿a qué hora se come en esta casa? ¿a qué hora se duerme y se levanta uno normalmente? ¿hay que bañarse todos los días?. Desconcierto que no compensan siquiera las presuntas ventajas de tal situación: que nadie se molesta ni te dice nada por el reguero de ropa por el cuarto, la sala y el propio baño; tasas de café y copas amontonadas en el fregadero; laticas de cerveza diseminadas por los rincones, todas las luces y la tele encendidas todo el tiempo; y lo más notable: horas sentado en el water leyendo tranquilamente sin que de pronto se abra la puerta y la dulce voz, ahora con el tono exacto entre una súplica y una orden, te pregunte: "¿te falta mucho?".
Una cosa sí que estoy disfrutando: he dejado de afeitarme... me he dejado la barba. No sabía que la tuviera tan canosa; pero me veo interesante, atractivo, paso largo rato ante el espejo pensando: ¿y si la fuera a recibir al aeropuerto así, con esta barba?.
En ese punto me doy cuenta de lo horrible que sería que me rechazara, de las ganas que tengo de que regrese ya y de lo hermoso que resulta ver como con cada hora que pasa se acerca más el día de abrazarla de nuevo largamente mientras ella me pregunta: "¿qué has hecho en estos días?". Y que venga el bateo que venga.

Bueno, esa es la situación cuando me llega vía mail este video, de un consejero matrimonial que, de modo muy peculiar, explica el por qué de la mayoría de los problemas entre el hombre y la mujer.
Historia de dos cerebros. Mark Gungor.

sábado, 24 de octubre de 2009

4:13

No sé cuánto más se puede hacer en menos tiempo.
No sé cuántos otros artistas pueden ser capaces de concentrar más de 300 años de música, ritmos, gracia y maestría en una sola pieza.(1)
No sé en manos de cuántos otros músicos se puede poner tamaña criatura.
No sé cuánto le debemos a Paquito D'Rivera, seguramente el músico más querido por los músicos cubanos (raza poco cariñosa, pero agradecida), porque él es el punto de confluencia, la nota en la que coincidimos todos: es el más grande.

Paquito D'Rivera, Romero Lubambo, Jazzahn Sebastian Jazz...
To Brenda with Love, Samba de Orfeu y Preludio en do menor de Bach.(2)
Eso, y todo lo que verán, en solo ¡4:13 minutos!.



(1) Conste que la pieza no es solo lo que escuchamos, que es bello y tremendo ... la pieza es la conjunción de aquello con los modos de Paquito, el espectáculo de su virtuosismo, su humor, el atrevimiento de tocar el saxo con una sola mano mientras dirige con la otra, su juego en escena, la complicidad con los músicos, que de fuera sentimos es complicidad con nosotros, cosa que él sobradamente sabe...

En fin, si esto es lo que se siente ante youtube ¿qué nos habremos perdido por no estar en ese teatro?

Y, ya puesto, una confesión:
Mientras disfrutaba una y otra vez este video de Paquito D'Rivera, me ha estado acechando otra imagen: la carrera de 100 metros planos en la que Usain Bolt rompió los límites de la velocidad humana cronometrando 9.58 segundos. Aunque la proporción parece justa y las emociones semejantes, me temo que la hazaña de nuestro músico supera la del jamaicano, toda vez que el record deportivo puede llegar a ser superado.

(2) Los datos son los que pude extraer de los comentarios en youtube. Si hay algún error, ruego me aclaren.

martes, 20 de octubre de 2009

LIBERTAD

LIBERTAD.
Total y absoluta LIBERTAD.
La LIBERTAD no es ni puede ser de a poquito.
L I B E R T A D
Nada raro, nada subversivo: solo LIBERTAD.
Nada con signo ideológico: solo LIBERTAD.
Nada extraordinario, ni caro, ni costoso: solo eso con lo que nacemos, solo eso con lo que nos vamos: LIBERTAD.
Simple y sencilla L I B E R T A D


Enviado desde mi dispositivo BlackBerry® de Orange.

jueves, 15 de octubre de 2009

De Festival

Ando de Festival en Colombia.
Es bueno ver, conectar.
Y ¡tan bueno! desconectar.

Enviado desde mi dispositivo BlackBerry® de Orange.
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lunes, 12 de octubre de 2009

Labores domésticas.

Las dos únicas labores domésticas que realmente disfruto son cocinar y planchar. Pero eso es solo la mitad de la verdad; completarla pasa por la confesión de que los únicos momentos de ocio de que dispongo transcurren mientras cocino o plancho (generalmente una camisa que debió estar lista, pero que solo a última hora aparece, llena de arrugas, a retar mi desacreditada puntualidad).
En la misma medida en que mi futuro se comprime, y desaparecidas ya aquellas maravillosas horas durante las que me abandonaba en los brazos del aburrimiento y la desidia, comienzo a asumir cómo prescribe también el espacio que tenía reservado al ocio en estado puro, ese inapreciable impaz que siempre tuvo como destino la más absoluta contemplación, y que mi mujer define como "estar en la bobería".
Ahora, los espacios de ocio, (ya saben, mientras plancho o cocino) los he destinado a escuchar. Escuchar es un acto que deliberadamente defino como contrario a la meditación. Escuchar me proyecta hacia fuera; algo así como escapar un poquitín de este señor en el que ando y chupar, como una esponja, lo que me de más placer o me aporte algo de luz y entendimiento.
Meditar, en cambio, es un camino en sentido inverso, un viaje al interior de este mismo señor, a urgar en oscuras cavernas donde se hayan, en iguales dosis, esos mismos placer, luz y entendimiento, pero de cosecha propia.
Puesto que el acto de meditar no goza de muy buena reputación en estos tiempos de tanta premura, (ahí tienen a mi mujer), hay gente muy seria que aconseja simplemente escuchar. Directamente se saltan la meditación. Supongo que sea porque, mientras uno escucha, puede ir haciendo tranquilamente alguna otra tarea (ahí me tienen a mí), cosa que meditando es más peligroso (la de veces que me quemé mientras... las dos cosas). Estos sabios coinciden en que escuchar es fuente de conocimiento y de auto-realización y, de algún modo, compensan la omisión al acto de meditar, con la sugerencia, qué digo sugerencia, con el mandamiento de que lo primero e imprescindible para la gnosis, el equilibrio y la armonía, es escucharse a sí mismo. O sea, escuchar hacia adentro.
No me voy a adentrar en cuestionamientos y/o discusiones que seguramente ni tienen fin ni conducen a nada. Seguramente no hay malas intenciones en esos gurús de la retro-modernidad (vaya, que eso no es nada nuevo), ni pretenden saltarse y obviar la diferencia entre meditar y escuchar. Yo pienso que es mas bien un acto de condescendencia por su parte, para con ese 99% de los humanos que, tanto si prestan oídos hacia adentro como si lo hacen hacia afuera, solo se escuchan a sí mismos.
Tampoco es mi intención hacer méritos ni vanagloriarme de haber conseguido, con los años, escuchar verdaderamente, aislar mi propio mundo, aplacar mi ego y conseguir eso que señalo como carencia del género humano: no escucharse más que a sí mismos. El caso es, por un lado, que luego de estar toda la vida en los escenarios haciéndo música, y, por otro, haciendo honor a mi codición de cubano cuando estoy en familia ó con amigos y compatriotas, entiéndase casi todo el tiempo gritando en lugar de conversar, pues he terminado padeciendo "Tinitus ". Y es un horror tratar de meditar, y mucho menos de escucharse a sí mismo en esas condiciones. Además de las oscuras cavernas y el aislamiento, nadie puede imaginar ¡¡el ruidazo!! que hay allá adentro. De mi voz interior se escucha apenas un leve susurro, tan quejoso y tenue que apenas si me interesa saber si le queda algo aun por decirme.
Aclarado esto, volvamos a mis momentos de ocio...
En la cocina solo admito otra presencia: la radio. Y de la radio los debates políticos y una mínima parte de las noticias. Odio escuchar música en la radio. Mi impotencia ante la agresividad estética de quienes hoy día eligen lo que se emite por las ondas hace que se me quemen los frijoles, la yuca me quede cruda ó le ponga comino al arroz con leche.
Mientras plancho, escucho música. La que tengo en mi PC. La que yo elijo.
No sé si el tipo de camisa o el color o la dificultad en el planchado son inconscientes condicionantes a la hora de elegir la música que quiero escuchar, pero, cada vez más, y probablemente porque mis camisas ya tienen todas ese toque de uniformidad arrugoso y amarillento tan frecuente en el escaparate de los pobres, la elección se reduce a dos únicos géneros: el bolero cubano de victrola y el tango.
Aunque el tango suele ser más frecuente. Y dentro del tango: Goyeneche. La mayor parte de mis camisas son de planchado Goyeneche.
Planchar una camisa dura 5 tangos Goyeneche, si es de mangas cortas.
Ojo, no digo que esa sea una medida exacta e igual para todos. Es que yo "me voy del aire". Me pierdo. Me fundo con la Orquesta de Troilo y la interpretación del "Polaco", momento que parecen aprovechar los pliegues de las camisas para cambiar de hospedero, y siento que me voy arrugando y pierdo la compostura, el sentido del tiempo y rara vez no termino llorando. Así como lo leen (si es que alguien está leyendo).



Toda esta esta historia no es mas que el tímido argumento que va a acompañar estos temas que dejo aquí, con verdadera ilusión y sin segundas lecturas: no tienen que ponerse a planchar para escucharlos.
Solo algunos detalles más. Tengo un montón de camisetas Piazzola y algunas chaquetas Gardel, pero los pantalones son todos Rolando Laserie. De vez en vez el Beny y Blanca Rosa Gil, sobre todo en invierno, para quitarle el "frior" a la ropa interior.
Ahora, la locura viene cuando debo ponerme una enorme camisa azúl de cuello chino con un Levi implanchable que tengo: la combinación de tango y bolero, Vicentico Vadés, Rolando la Serie, "El último café" y "Las cuarenta".
Una vez al año aparece alguna cortina, y con más frecuencia, alguna que otra sábana. Claro, que una sábana tiene distinto tempo, cadencia, tamaño, vaya, otro perfíl. En ese caso la música clásica es imprescindible. Y, por supuesto, sinfonías, conciertos, obras de larga duración. Guardo recuerdo de una sábana con un hueco de contornos quemados en forma de plancha, por culpa de uno de esos discos de Clásicos Populares, donde solo hay selecciones de pasajes y movimientos de obras mayores. Cada tres o cuatro minutos abandonaba la plancha para elegir...
Finalmente, casi a modo de confesión... Suelo planchar algunas prendas a mi mujer... ella asume que es la modernidad, el hombre compartiendo las labores domesticas... no sabe que son esos tangos... esos boleros.. por nada del mundo me pierdo esos momentos si puedo evitar perdelos. Cuando voy de visita a casa de los amigos o la familia y veo una plancha, me pongo tangoso, abolerao, entre tristón y sabiondo... nostálgico y lloroso... y feliz.

Paquito D’Rivera en el blog de Zoe Valdés


Paquito D’Rivera: Como es, y no como ellos quieren que sea…

En el Blog de Zoé Valdés

jueves, 1 de octubre de 2009

Las cosas en su sitio

I - Gorky Aguila, el elegido.

He estado escuchando un montón de canciones (y entrevistas) de Gorky Águila, líder de la banda cubana "Porno para Ricardo" y nuevo "elegido" para buena parte del exilio cubano (el tradicional, el de los marielitos, el post-caída-del-comunismo y el mas reciente, el de los renegados y desorientados hijos de la revolución), que coincide casi en pleno en tomarlo de bandera artístico-musical, o parecido, probablemente con el noble propósito de enfrentar tantos años de novatroviservilismo pro-revolucionario. El chico tiene gracia, ideas claras y probablemente el coraje e intransigencia dignos de un nuevo Maceo, dispuesto a resistir cualquier cantidad de revolubalasos sin doblegarse.

Ahora bien, la verdad es que como artista, como cantante, como propuesta estética para enfrentar a la sofisticada banda sonora de la revolución de los Castro, su comunismo, el socialismo y la izquierda en general, el muchacho tiene todas las de perder, y con él tiene garantizada el exilio cubano la continuidad de esta triste derrota que dura ya cincuenta años. 

En lo personal me cae muy bien este compatriota. Pienso, además, que es respetable y respeto su particular propuesta de manifestarse a través de ese original performance que resulta de la simbiosis entre sus canciones y el personaje que él mismo es, apuesto a que de modo natural. 

Pero, Gorky no es una alternativa estética ni artística a ese montón de profesionales de la música y la trampa que disfrazan y edulcoran la tanta mentira de dictadores y demagogos con nobles combinaciones armónicas, melódicas y literarias y, sobre todo, desde una infraestructura de mercado, política nacional e internacional insuperable.



II - La canción hace la verdad.

Una bella melodía y un hermoso texto de amor hacen que millones de personas mitifiquen a quien los ha creado. El autor se convierte ya en personaje. Y ese personaje es, a esos tantos ojos, noble, sensible, romántico, sincero y termina siendo querido, adorado muchas veces por esas multitudes. Si ese hombre va y le dice a esas multitudes - "Soy feliz... vivo en un país libre, cual solamente quiere ser libre..."-, le van a creer y van a soñar con ese país. Y si, encima, ese hombre les cuenta eso con melodías casi tan bellas como aquella primera, podemos asegurar que va a ser muy difícil probar lo contrario, aunque se tenga la razón y ese hombre sea realmente un mentiroso, hipócrita y oportunista. 

Ese hombre, ese autor, ese artista existe realmente, multiplicado, por cierto, y no hay modo de hacerlo confesar (ya veremos por qué): solo podemos intentar desenmascararlo. Pero para ello hay que conquistar a las mismas y a otras multitudes, me temo que con ¿bellas canciones? ¿hermosos textos?  Lo seguro es que lo que contemos hemos de hacerlo con una banda sonora de igual o mayor calidad que la del personaje en cuestión.


III - Los principios y la conveniencia.

En este punto hay que hacer notar dos cosas: 

1- esta banda sonora tiene sus propios cánones, sus leyes, su particular lenguaje. No vale que un gran cantante de ópera o una estrella de la canción ligera o la salsa realicen una cruzada de sinceridad, con las mejores intenciones del mundo, para conseguir el noble fin de desenmascararlo. No funciona: hay que usar el mismo lenguaje, hablar el mismo idioma para que se te entienda; o sea, canción de autor, nueva trova, ese tipo de música que cuenta con el respaldo de esa peligrosísima clase que controla los hilos de la historia actualmente: los intelectuales. Hay que usar los códigos de este género, porque eso, Dios sabrá por qué, le procura a quien lo ejercita cierto hálito de credibilidad, de solvencia, yo diría que hasta permite hacer profecías desde la arrogancia de quien cree tener la verdad.

y 2 - para llevar a cabo esta batalla hay que hacer acopio de una valentía semejante a la de Gorky y asumir ciertos riesgos, algo que la mayoría de los músicos no están dispuestos a correr (porque hay que comer, por supuesto, no por otra cosa). El riesgo: si te metes con la izquierda vete buscando otra profesión. En todos lados del mundo por igual: si eres músico y te metes con la izquierda, no trabajas. Si no trabajas no cobras. Si no aceptas de vez en vez subvenciones, pagos de los presupuestos del estado, dinero que los contribuyentes... (no, eso suena muy técnico): dinero que el pueblo, los pobres, los ricos y las multitudinarias clases medias consiguen trabajando y cuyo destino queda en manos de los políticos más astutos; si no entras en ese juego te queda tan solo buscar otro oficio ó prostituir tu talento usándolo en lo que sea y vendiéndolo barato (entiéndase llegar al punto incluso de tener que cantar esas mismas canciones, de esos mismos personajes, algunas de las cuales se detestan, para ganar el pan y poco mas). Y es que las giras, las galas, los teatros, los festivales, las fiestas en ciudades y pueblos, los conciertos solidarios, los premios anuales, los encuentros de Word Music, etcétera, se costean con las subvenciones que los gobiernos de cada país, ciudad, pueblo, municipio o barrio, destinan de las arcas estatales para la "cultura", lo que ellos deciden que es “cultura”. Y de ello es de lo que viven los músicos; la mayoría, no los pocos Juanes, Madonnas, Shakiras, etc. que trabajan en otro "sector". Esto ocurre incluso en Estados Unidos, donde ni siquiera hay Ministerio de Cultura, pero donde otras instituciones, ONG ó asociaciones consiguen subvenciones para lo mismo. Este tipo de cosas es algo que no se le ocurre a quien piense que el éxito depende del esfuerzo personal, la creatividad, el libre intercambio también en el mercado de talentos, la capacidad de adaptación a los vaivenes de este mundo. Esto es cosa de sociatas, con perdón.

Por tanto, no hay modo de vivir de la música si no entras en ese circuito. Porque no hay alternativas. Así que, si hay que cantar loas a la izquierda, "venga, dónde tocamos hoy".

Nos hallamos ante un tema muy complejo: la contradicción entre los principios (y sus consecuencias para el estómago) y la conveniencia (y sus consecuencias para el corazón). Tema para otro momento.



IV - La música y la libertad.

Mi conclusión es que, si Gorky tiene el coraje de enfrentarse abiertamente al duro régimen de la isla, es también porque no posee una propuesta altamente artística que ofrecer, y porque, además, lo sabe.

En otras palabras: no va a poder vivir solo de la música, por lo tanto va a usar la música para procurarse lo que más placer le da y más necesita: libertad. 

Lo aplaudo y le deseo toda la suerte del mundo.

Pero, me interesa más ir al otro personaje, el de la cuestión.


V - Silvio Rodríguez: Las cosas en su sitio.

Ya sabemos lo que sienten por él sus adoradores. Por ello me fui a buscar a los detractores, y enterarme, internet mediante, también de las objeciones. Resumo lo que encontré: "Silvio Rodríguez es un individuo carente de ética, oportunista y malvado y un hipócrita mentiroso; no hay más que observar lo que dice en sus canciones y compararlo con su modo de vida para saberlo".

Como norma, los que lo adoran hablan del artista, los detractores hablan del hombre. 

Tratemos de poner las cosas en su sitio: Silvio Rodríguez no tiene antecedentes estilísticos como creador de canciones, en Cuba no. Rompedor de esquemas, poco influido por la tradición (a pesar de lo que él mismo diga posando de humilde continuador), es un compositor que no viene de ningún lado de dentro de la isla. Musicalmente no tiene un solo punto de contacto con nada de lo hecho anteriormente en Cuba: ni la trova tradicional, ni el son o el mambo, ni la canción lírica o el feeling, la guajira o el bolero, mucho menos la rumba o la comparsa, por lo que tiene muy poca relación con esas cosas que ponen límites a la creatividad absoluta. Para colmo es un excelente poeta, con la contención apropiada para saber y conseguir delimitar entre un poema y un texto de canción. Y nadie ha podido llegar a convertirse en real continuador suyo, una vez conocidas sus propuestas, pues no es posible, porque es un camino cerrado que él mismo abrió. Aproximársele es tener que imitarlo: no hay género musical, es solo exploración, creatividad, propuestas. Es un creador constante, tremendamente talentoso e innovador. Muchos de sus temas están en la cima de la cancionística universal. Y ahí estarán. 

Pues resulta que todo ello, unido a ciertas circunstancias que todos conocemos (los inicios de la revolución cubana, el "florecimiento" de las dictaduras en latinoamérica, el enfrentamiento en todos lados del planeta de los jóvenes con los padres, las nuevas corrientes musicales encabezadas por Los Beatles, la liberación sexual, etc.) proyectaron a Silvio de manera tal que acabó haciéndose rico y famoso.

Ahora bien, todo eso, aunque le ha venido genial al gobierno cubano, no consta que haya sido procurado originalmente por Silvio para después ofertarlo y ponerlo al servicio de ese gobierno, sino más bien usar las ventajas que proporciona al gobierno para satisfacer sus propios intereses. Porque, además, es un tipo inteligentísimo, (y la inteligencia al servicio de los intereses propios suele funcionar de manera casi perfecta), que sabe y cuenta con que la gente decente no usa armas del estilo de las suyas y, por tanto, nunca habrá combate cuerpo a cuerpo, y todo lo que se le cuestione entrará siempre en el campo de la especulación. De hecho, la buena cantidad de porquería panfletosa que también ha compuesto, es evidente que ha sido para estar "arriba de la bola", de "su" propia bola: ser millonario en la isla, hacer lo que le da la gana en ella (estudios de grabaciones, productoras, viajes adonde y cuando le plazca, etc., todo eso que le estaría negado si fuese un ciudadano común y corriente, como le está negado a la casi totalidad de sus compatriotas en la isla). 

La Revolución le da la cobertura perfecta para hacer lo suyo y realizarse: toda la izquierda del mundo y buena parte de la derecha le compra su música, le da dinero, lo hizo y lo mantiene rico. ¿Cómo o para qué va a cambiar eso? ¿para estar éticamente tranquilo?... No, eso no parece que vaya con él. Por otro lado, lo que tiene lo ha conseguido con determinado discurso musical, estético e ideológico, ¿sería o no criticable que abandonara ese discurso ahora que es rico? Seguramente nunca pensó que pudiera llegar a esta situación privilegiada, y no me parece que la haya buscado; pero ¡es que se ha hecho rico cantándole a los pobres!... Podría argumentar y de hecho lo hace, que es, sencillamente, consecuente. Pero hay trampa en ello: en el punto en que está cualquier actitud que adopte es consecuente.

¿Qué haría yo si estuviera en su lugar?, ¿qué haríamos los demás?  Creo que, en ese sentido, está metido en un lío.


VI – El discurso perfecto.

Pero, eso no es todo: este hacedor de canciones ha hecho mejor publicidad de la revolución comunista cubana que el propio Fidel Castro... Él, Silvio, ha sido el discurso perfecto para promocionar aquella aventura, convirtiendo, a los ojos del mundo y con buenas canciones, la fiebre de poder de algunos pocos individuos en una causa hermosa y justa.

Ideología cantada, embellecida con excelente música ("Fuera de la música, todo, incluso la soledad y el éxtasis, es mentira. Ella es justamente ambos, pero mejorados" - Cioran). Los Castro y los Guevara no habrían llegado a ningún lado sin ese abrecaminos con guitarra. Apenas se les conocería mas que como grises figuras que militarizaron un país noble e ingenuo y poco más, porque poco más hubieran podido hacer. 

Escuchar "Ojalá", "Oh, melancolía", "Mariposas", mascullar "Tu me recuerdas el prado de los soñadores", susurrar "Cómo gasto papeles recordándote", tiene el mismo efecto que una droga que no deja percibir la realidad, te aleja de la verdad, te envuelve y no quieres saber de nada, porque la belleza nos puede conducir al abismo con una sonrisa en los labios.

Pero también la belleza puede convertir la infamia y la mentira en una dulce nana para dormir a ingenuos e ignorantes.  "La era está pariendo un corazón, no puede más, se muere de dolor...", "Te convido a creerme cuando digo futuro...", "El rey de las flores tiene su pueblo en un bosque muy remoto, dos pulgadas detrás del sol...", "Allí ame a una mujer terrible... Allí aprendí a quitar con piel el frío y echar luego mi cuerpo a la llovizna...". La música con que se arropan estas frases, las canciones resultantes y su discurso, son imbatibles si no se usan esas mismas armas para desenmascarar la mentira que ocultan.
VII - Estética de la Verdad vs. Estética de la Mentira.

Mientras cerremos los ojos (o los oídos, en este caso) al hecho de que Silvio Rodríguez es un excelente artista y sus canciones son bellas; mientras ignoremos que la gente le cree precisamente por la calidad de esas canciones, estaremos perdidos, perdidos en la tarea de hacernos escuchar, de hacer escuchar la verdad de tanto espanto. 

Para no perdernos definitivamente hay que enfrentar esa belleza con otra belleza igual o superior. Hay que encontrar una estética de la verdad, porque él, Silvio, gobierna en y desde la estética de la mentira. Y veinte o treinta de sus canciones, de tres minutos cada una, nos han costado, a los cubanos, más de cincuenta años de dolor.


VIII - Juanes y final.

Sin Silvio, Juanes nunca hubiera ido a cantar a Cuba. No hay más que ver antiguos videos en youtube del colombiano cantando y tocando (muy bien por cierto, cosa que no hizo en el concierto) canciones "increíbles" de Silvio Rodríguez. No hay más que escuchar en sus propias canciones, prescindibles todas, los fragmentados ecos de algunas de aquellas aventureras soluciones armónicas del primer Silvio y hasta no pocos de sus desafortunados vicios en el modo de cantar.

Ese afán de “Paz” de Juanes, no es más que el ¿secreto? deseo de cantar con Silvio, "el más grande monstruo de los cantautores".


No será acusando a Silvio Rodríguez (y junto a él al séquito de bufones que le hacen coro), de oportunista, hipócrita y mentiroso, como conseguiremos mostrar al mundo la historia real de estos recientes cincuenta años en nuestro país. Mucho menos si tenemos en cuenta que incluso una respetable cantidad de cubanos, con hambre allá ó con la barriga llena acá, cuando lo escuchan a propósito o casualmente, olvidan penurias o bienestares seguros de estar viviendo o haber vivido “en un país libre, cual solamente quiere ser libre”.

El macho en la música cubana

Esto, inicialmente fue un comentario que escribí sobre un artículo en el blog Cuba Inglesa, cuyo editor decidió publicar.
Agradeciendo, lo reproduzco aquí de rebote.



El macho en la música cubana

Muy buen artículo el de Enrique Collazo. Leyéndolo, re-escuchando la canción de David Calzado y recordando el surtidísimo repertorio del que podemos tirar para referirnos al tema, viene a mi cabeza una “iluminada” tesis que elaboré en mi juventud (o sea, hace muy poco), alrededor de este asunto. La idea central es la siguiente: El único logro real de la revolución ha sido la emancipación del macho cubano, la liberación de la esclavitud a que lo tenía sometido la “atrasada cultura seudo republicana”. Y la canción cubana es un perfecto tratado histórico que confirma ese cambio.

Me explico: desde la música de victrola hasta la Nueva Trova y la Timba (no conozco el reguetón ni el hip hop cubanos, pero sospecho que han de estar en la misma cuerda) ha habido una evolución en los textos e incluso en las melodías y performances que describen muy bien esta liberación. Una imaginaria curva ascendente comienza con aquellas canciones del macho herido, abandonado, traicionado por la mala mujer que lo deja llorando en los bares, o sea, el Macho Tarrúo: “un amigo mío en mi propia casa me vino a robar”... o “tú eras rico y mi novia un día por ti me dejó”... o “pides que perdone tus agravios /.../ yo no te guardo rencor / yo te recibo en mis brazos / pídele perdón a Dios...”. Orlando Contreras fue el mayor tarrú de la época.

La curva avanza, y el Feeling da fe de unos ligeros síntomas de soberanía, aunque sobresale cierto énfasis en la integración, el Macho Suficiente: “no necesito ir al cielo si, alma mía, la gloria eres tú”... “contigo en la distancia, amada mía estoy”... “me da tristeza contemplarte, triste, sola...”.

Así, sube y sube, haciendo más tarde contar a Juan Formell esa especie de portazo de Nora que es “Chirrín Chirrán, que ya se acabó; Chirrín Chirrán, que ya terminó”, en la que nuestro Macho Redimido, como el (la) personaje de Ibsen, ya decide por sí mismo.

Finalmente la curva alcanza su punto más alto en la liberación total, el Macho de Nuevo Tipo o Macho Revolucionario, Macho Rebelde Inmortal, Macho Combatiente, Macho Macho.

Es en ese momento que aparece el Combo de los Juglares de Palacio, vaya, la Nueva Trova, para dejar constancia de este Nuevo Macho: “Ojalá pase algo que te borre de pronto”... “Créeme cuando te diga que el amor me espanta, que soy feliz abriendo una trinchera”... “Olvídame muchacha, olvídame... ahórrate el sollozo y la impaciencia para cuando te ocurra por segunda vez”... “te doy una canción con mis dos manos, con las mismas de matar”.

Han pasado los años y he tenido que actualizar mi tesis, pues, lamentablemente, junto con la crisis y bancarrota de la revolución, la curva cae estrepitosamente pregonando el desplome del macho cubano, justo cuando llegamos al ejemplo que pone Collazo de Calzado, “busca un temba que te mantenga”, y que explica muy bien.

Al final sólo queda esa especie de Macho Cabrón Posesivo, que tiene también su ejemplo más patético (perdón: poético) en aquel “la prefiero compartida... no es perfecta, más se acerca a lo que yo simplemente soñé”, de Pablo Milanés.