viernes, 26 de junio de 2020

Dos riberas. Historia de amor y dolor, como todo buen amor.

"Dos riberas" es canción de una historia real. Historia hermosa y triste. De otros y mía. De amor y dolor, como todo buen amor.  

Muy pocas veces he podido cantarla completa pues no tengo defensa ante esta canción. Se me encima, cada vez que recurro a ella, con todo el derrumbe de mi mundo, esa caída hacia otro Rubén que fue la década del 90' del Siglo XX, que comenzó quitándome a mi madre y, sin detener, separándome de mi hijo, de mi padre, de mis hermanos, de mis amigos, de mi tierra, de mi comida, de mis sueños y mis rabias, de mi futuro de cantor y una probable adultez y del cabal cumplimiento de aquella reposada vejez junto al río, frente al mar…

Nada de lo tanto hermoso vivido después de esa década ha conseguido reconciliarme con Dos riberas, reconocerla como una canción de circunstancia, útil, como toda canción, únicamente para exorcizar lo peor del pasado. Sigue siendo un golpe en mi pecho. 

Hay cosas a las que no se le debe cantar. Las canciones son la fotografía de las emociones, un retrato no de la imagen sino de lo que estás sintiendo cuando aprietas el obturador de la melodía y el verso.   

Los protagonistas de Dos riberas no sólo tienen una historia de amor increíble. De esas de también dolor. Él, además, ha compuesto algunos de los más bellos cantos que se han escrito en Matanzas. Ella no se ha conformado con provocar muchas de sus canciones y también las ha cantado.


"Dos riberas"

Con un bolso, un abrigo, un pasaje real

un manojo de sueños y un trozo de mar

domingo, 7 de junio de 2020

Es la película más importante de mi vida.

Por supuesto que me encantan las buenas películas rusas. Sobre todo ahora que Hollywood, Netflix and the gang han asumido ese tono rojo banal retorcido e hipócrita que ensucia y está acabando con el cine. A diferencia de los rusos, que lo hacían con un revolver apuntando a su cabeza, estos postmodernistas de acá lo hacen con la pistola en la mano y evidentes ganas de disparar.
"Cada noche a las once" es la película más importante de mi vida. Tendría once o doce años cuando la vi por primera vez, en Cuba, en tv, subtitulada, por supuesto. Yo era un niño pero crecí con esta película en el alma. Luego la vi cada vez que la reponían, calculo que más de diez veces entre principio y finales de los setenta. Después ya no la vi más. 
Pero quedó por largos años ahí, donde ni yo mismo podía acceder. La he estado contando por los tiempos de los tiempos, por los whiskys de los whiskys y desde esa insolencia de “yo sé la mejor película” que no tienes cómo demostrar… sí, como es mejor el verso aquel que no podemos recordar. 
También la he estado cantando por todos los años desde aquella primera vez cuando, tras el конец, tomé la guitarra y toqué la canción que es el tema principal, bien simple, bella y rusa, casi francesa y tango como desde siempre se me antoja que es la música rusa. Mis amigos y mis hermanos se saben esa melodía y no vieron nunca el film. 
Ahora mismo acabo de verla nuevamente, en ruso. Y aunque no entiendo una palabra, lo entiendo todo. La dejo aquí solo por la emoción… o, quién sabe, quizás alguien se anime alguna vez y la subtitule en español.
Sigue siendo mágica esta película para el yo siempre adolescente que sueña para sí la más bella historia de amor del mundo.
Película: “Cada noche a las once”.
Director: Samson Samsonov.
Guión: Edward Radzinsky sobre una historia de Anar Rasul oghlu Rzayev
Compositor: Eduard Artemyev
Protagonistas: Margarita Volodina y Mikhail Nozhkin.
Año: 1969
Estudios Mosfilm.