miércoles, 5 de octubre de 2022

De cubanos va. Por Ruben Aguiar

Ver a Ana de Armas y a Bobby Cannavale juntos en la película Blonde, dos cubanos encarnando a dos iconos de la cultura norteamericana (y no a cualquiera, nada menos que a Marilyn Monroe y a Joe DiMaggio), me trasladó a las elecciones de 2016 cuando otros dos cubanos, Marco Rubio y Ted Cruz, se colocaron en punta durante la carrera por la presidencia de Estados Unidos. 

  ¡Con tan poquitos que somos!

  Lo que me llama la atención es que este tipo de suceso (digamos, esto de tanto compatriota, en bulto, colao’ donde apenas caben los que pagan la cena) en lugar del eufórico despliegue de orgullo de cubanía o cubanidad o cubanosería, que cualquiera desde fuera pudiera suponer, lo que provoca es justo lo contrario: repliegue total,  controversia, ofensas, broncas, desprecio y hasta acusaciones.

  Iba a dar mi opinión directa pero mejor se la dejo al maestro Luís Aguilar León (perdón a los cubanos que odian o desprecian a Luis Aguilar León… no quiero ofenderles… lo de “maestro” es solo lo que pienso de él) que describió este fenómeno años ha en su “El Profeta habla de los cubanos”.

   "Los cubanos se caracterizan individualmente por su simpatía e inteligencia, y en grupo por su gritería y apasionamiento. Cada uno de ellos lleva la chispa del genio, y los genios no se llevan bien entre sí. De ahí que reunir a los cubanos es fácil, unirlos imposible. Un cubano es capaz de lograr todo en este mundo menos el aplauso de otro cubano."


  Voy otra vez:

  “Un cubano es capaz de lograr todo en este mundo menos el aplauso de otro cubano."

  

  Conste que yo no me siento incluido ahí… como cubano hablo, por supuesto, de todos los otros cubanos.


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