lunes, 21 de diciembre de 2009

Dónde están los caballos

Conocí a Lázaro Horta porque Dios tuvo el detalle de hacernos crecer en el mismo barrio, con los mismos amigos, las mismas novias y el mismo extravagante capricho de querer hacer música. Aunque a estas alturas aún no sé si lo hemos logrado, nadie puede decir que el intento no se ha hecho. Lázaro, que al principio cargaba un acordeón que nunca supe de dónde salió, no ha podido levantar jamás las manos de las teclas desde el día que tropezó con un piano.
Recorrimos juntos millas y millas de sueños, música, risas y alguna memorable discusión de la que salimos ilesos gracias a su nobleza, su cariño y su talento para saber estar. Y fuimos inseparables durante muchos años. No existía el aire, el agua, ni el tiempo, pues todo lo que respirábamos y bebíamos en aquel eterno instante en el que estábamos detenidos era música, música, música. Años después supe que en los provincianos pasillos de la maledicencia se murmuraba que ¡éramos novios!.. No era para menos, ¿puede alguien creer que dos tíos anden juntos las 24 horas del día sólo en la tontería de la música? Y, horror, ¿qué no habrá pasado por aquellas cabezas y lenguas cuando cierto día nos dimos de bruces con el genio, el ingenio y el violín de Pedrito Alfonso y comenzamos a ser Trío en nuestra apasionada orgía musical?

Ha pasado mucho tiempo y, salvo el espacio físico que existe hoy entre nosotros, todo en el alma se mantiene intacto.

Esto no es una entrevista como merece el cantante preferido de mi ausente y dulce madre. Apenas tocaré algunas cuestiones para que Lázaro Horta, con quien no he vuelto a hacer un concierto desde hace más de 15 años,
nos dedique un rato
y nos cante el cuento
de esos tantos cantos
que de cuando en cuando
unos cuantos tembas
tontos como antaño
recordamos tanto...

- La primera pregunta que surge es una que hace más de 40 años me estás haciendo tú a mí: “Rubencito, ¿tú nunca vas a cambiar?”. Pero no te la voy a responder porque hoy, aquí, el que pregunta soy yo.
Pero, claro, mijo... cada vez que me miro al espejo me sorprendo lo pa’ bajo que va todo. Te confieso que hago mis rutinas de ejercicios para detener el impacto de los cambios físicos que ha hecho el tiempo en mí. Ahora, si me miro por dentro, créeme que la transformación interior ha sido enorme. Tengo menos miedos y eso me ayuda a enfrentar la vida con lo que trae día a día. Ya sé orar y ha crecido mi fe y todo eso hace una gran diferencia con aquel muchacho inseguro que recuerdo. Si, Rubén, he cambiado compadre, el reto diario es en hacerlo notar.

- Preséntate.
Lázaro Horta, hijo de Mario Luis Horta y Migdalia Vento, oriundos de Matanzas, Cuba. Me crié en Pueblo Nuevo, un barrio cerca del Río San Juan. Estos detalles aparentemente insignificantes hacen la diferencia (me diferencian) de quién podría haber sido si hubiera nacido o me hubiera criado un poco más al norte, en la ciudad de West Palm Beach, Florida, en Los Estados Unidos…Mi Padre se cuestionó en los años 60, como muchos cubanos, si valía la pena permanecer en Cuba después de que el desgobierno cubano le quitara la pequeña bodega que tenía para sustentarnos, y mi mamá fue la que dijo que no lo seguiría. Todo esto me define como cubano, matancero y guajiro, porque tampoco nací en la capital, ni siquiera en el segundo piso del Vedado, como dicen por acá. Así que canto en español, digo malas palabras por mi ascendencia española y hago alardes cuando juego al dominó con mis amigos… ¿Qué más me puede definir?

- ¿Adónde fue a parar aquel acordeón?
Papi se apareció un día con el acordeón más grande del mundo. Yo tenia 9 años y lo había conseguido dando a cambio una goma de su viejo Chevrolet. Ni te digo lo emocionado que estaba. Fue el instrumento que me dio la posibilidad de hallar mis primeros acordes y componer algunas descanciones con letras de rompe y rasga que yo creía que eran las mejores del mundo, por lo menos eso decía mi abuela. Ahora mi viejo acordeón permanece arriba del escaparate de la casa de mi madre, como una reliquia intocable del que fuera el primer instrumento que tocó “mi hijo”, como suele llamarme Migdalia para celo de mis hermanos. Se ha reducido, empequeñecido por el paso de los años y ahora resulta casi increíble que en aquel tiempo yo casi no lo podía cargar. Gracias, Papa, no te olvido entrando por la puerta de casa con aquel acordeón rojo.

- ¿Cuantos años llevas tocando el piano?
El piano vino porque la batería me tenía aburrido. Eso fue en la Escuela de Artes de Matanzas. Yo estudiaba percusión, pero siempre estaba en los cubículos de piano. Recuerdo que una de las primeras canciones que intente aprenderme era aquella que decía…"En cada cuadra un comité, en cada barrio, revolución"…Era lo que escuchaban los muchachos de otros niveles de música en la escuela; así que en lo que va y viene le estoy dando piñazos al piano por lo menos hace 39 años…!coño!.

- Recuerdo discos de vinilo y enormes libros repletos de partituras con música de Barry Manilow, Billy Joel, Michael Legrand. Dos preguntas: ¿Cómo llegaron aquellos libros a Cuba, a tus manos? ¿Te sirvieron de algo, aparte de marcarte como un joven con ciertas “debilidades ideológicas”?
Jejeje…En aquellos tiempos nosotros no concebíamos no pertenecer a la Juventud comunista y defender con gritos y aspavientos, como buenos cubanos, aquella cosa en la que nos habían formado, por lo que cuando vinieron los primeros cubanos de “la comunidad” yo tocaba en un combo que se llamaba “Los Tigres 76”…ese nombre se lo puse yo, para que quede claro. Cantábamos canciones de Los Pasteles Verdes, Los Iracundos y alguna que otra canción de José Valladares (sin comentarios), aquí es cuando me atrevo a decirte, “Rubén…Coño, algo he cambiado no”…En el combo teníamos a un baterista que era el dueño de los instrumentos y con el había que morirse porque sino…”me llevo la pelota”…Este tenía una prima “gusana” que trajo unos libros y discos de artistas norteamericanos que yo conocía cuando escuchaba la WQAM con los radios rusos y aquello fue la revolución cultural del combo. Me aprendí las canciones de Barry Manilow y de Billy Joel y los amigos nos decían que nosotros las tocábamos mejor que ellos..!Ay!, si no fuera por los amigos…Recuerdo al grandísimo músico cubano Oriente López en el Teatro Hubert de Blanc mirando los acordes que le estaba bajando al piano y una vez más agradecí a los yumas poder alardear de mis habilidades con los libros del enemigo.

- ¿En qué momento se coló en tu vida esa cosa “tan ajena”: la música tradicional cubana?
Un día estaba a la salida de mi escuela y conversaba con el presidente del Taller Literario que después resultaría ser uno de mis mas grandes amigos, el Señor Alfredo Zaldívar, y este me instaba a que montara algo de Barbarito Diez. Yo no pude hacer otra cosa que reírme e inquirirle que yo no iba a cantar canciones de ese viejo parao’ como una estaca, aburrido y otras porquerías más que se me ocurrieron en aquel momento. La ironía de la vida, que a veces tarda mucho tiempo en revelarse, hizo que en mi primer disco producido, arreglado y cantado por mí hallan cuatro canciones que inmortalizara la sin igual voz de Barbarito…Fue un proceso de reconocimiento que vino también al codearme con personajes como Rubén Aguiar que le metía a la trova en la misma costura y me enseño de primera mano a la guitarra en la pequeña sala de su casa en San Vicente, Pueblo Nuevo, la sutileza de canciones como Longina, La Tarde, Perla Marina y otras tantas que impactaron para siempre mi modo de seleccionar lo que quiero cantar…si no están a esa altura…que las cante Alfredito Rodríguez, un icono también de nuestra cultura cubana. He dicho.

- Cantaste, como casi todos, mucha “nuevatrova”. ¿Aportes? ¿Desengaños?
Todo, absolutamente todo forma…No provengo de una familia culta, ni de intelectuales, ni de clase media, por lo que todo ha devenido en un esfuerzo por encontrar “la forma” de formar de la mejor manera posible mi vocación por la música y el decir. La difusión mediática de aquellos años en que los Beatles estaban prohibidos y que Julio Iglesia y los Formulas Quinta eran los reyes de la radio, y que la música más cercana a lo tradicional que se escuchaba era un programa que mi madre oía cuando “cosía para fuera”, con los éxitos de las películas mejicanas cantadas por Pedro Infante, Jorge Negrete, entre otros, hizo que yo repitiera lo “popular”. Me encantaba cantar aquello de …”Hipocresía, morir de sed teniendo tanta agua”…Pero, bueno, Rubén, si he cambiado, compadre…La nueva trova fue el despertar, el descubrimiento de una manera diferente de expresarme en la palabra cantada. Pablo Milanes, Silvio Rodríguez, Noel Nicola y tantos otros que impactaron de manera definitiva mi universo comunicativo dieron al traste con lo que de alguna manera trato de ser ahora cuando canto o compongo alguna canción…trato de imitarlos, son una referencia ineludible de mi formación musical. No, ningún desengaño relacionado con la música porque es de lo que estamos hablando. No me desviaré del tema señalando a que Partido Político están afiliados estos autores. Quiero despertar en el siglo XXII y recordarlos sólo por canciones como Yolanda, Te Perdono o Rabo de Nube…Lo demás, créeme que no me aporta…Por cierto, no recuerdo cual era el nombre del Emperador o Rey de Austria cuando Mozart compuso sus monumentales conciertos y Sinfonías.

- Eres, también, compositor, arreglista, productor. ¿Alguna preferencia?
He tratado en la música hacer un poco de todo y créeme que aunque lo disfruto lo he tenido que hacer para sobrevivir. Me hubiera gustado más dedicarme por entero a cantar, respaldado por un grupo musical donde el pianista fuera Julio Font ( Matancero que vive en Paris), por Danny Aguiar en el bajo y haciendo únicamente para mí los arreglos de mis canciones (Matancero que vive en Madrid), en la batería Tavera (Matancero que vive en Canadá), en el violín, el monstruo de los monstruos, Pedro Alfonso (Matancero que vive en LaYuma) y nutriéndome de canciones de Rubén Aguiar (Matancero que vive en España), Raúl Torres (Matancero que vive en el mundo), Frank Pablo Laucerica (Matancero que vive en Miami ), y así. El extra que le pongo a mi condición de cantante son intentos que distan mucho (y no lo digo por modestia) de lo ideal que hubiera sido todo para mí si no anduviéramos de parias por el mundo.
Preferencia?...Un concierto con todos ustedes en el Teatro Sauto y viviendo de esos talentos que Dios nos ha dado y que lamentablemente nuestro país no ha sabido (en presente) retener.


- Has sido líder de agrupaciones vocales. Cuéntame del Cuarteto Kairos.
Kairos es uno de los grupos que más satisfacción me ha dado en mi carrera. Fue mi primera relación con los negocios de Dios, que siempre son buenos, aunque tú necesariamente no lo seas y créeme que hay una gran diferencia. Fue el comienzo de mi relación con Jesús de Nazaret, que perdura. Con el grupo probaba mis arreglos vocales, mis canciones. Era un taller donde aprendí un poco de todo, que me ha servido para continuar insistiendo en ser un instrumento en las manos de Dios para dar un mensaje a través del talento que Él ha depositado en mí. A veces llego a la Iglesia (donde sirvo y trabajo para Dios) aburrido, obstinado, con sueño y sin ganas de cantar, y resulta que cuando termina el servicio lo que menos espero es que alguien se me acerque y me diga…- No sabes, Lázaro, cuanto me ha emocionado tu canción, cuánta carga negativa he soltado hoy gracias a tu interpretación. - Reconocer que Dios te usa a pesar de ti es de una satisfacción sin limites. En eso estoy.

- ¿Te interesa aún el trabajo coral? ¿Algún viejo sueño en el trastero?
Hace como dos semanas me llamó de Canadá un director de Coro que tenía en su poder un Aleluya que compuse en Cuba hace ya varios anos y que estreno el Grupo Kairos. Fue una sorpresa y aun mayor cuando me envió un cheque por eso, y dije…Aleluya yuya. Estoy en la inmediatez del diario vivir, lo que quiere decir que arreglo para voces y las uso en mis propias producciones. En mi disco Mi Herencia Cubana le hice un arreglo a voces, a manera de introducción, a la romanza de Gonzalo Roig dedicada a Matanzas y a Dulce Embeleso de Miguel Matamoros. Ahora acabo de terminar una canción de Julio Font que se titula “Te amo” a la que le añadí ocho voces cantadas todas por mí. Hay que ahorrar gastos. Este capitalismo no es fácil.

- Qué prefieres ¿cantar o tocar el piano?
Ha pasado el tiempo y ya una cosa está estrechamente vinculada a la otra. Ahora tengo el poder de rubatear donde me da la gana, cambio los acordes, manipulo el tiempo, la melodía la estiro. Es bastante cómodo hacer esto y no depender de un instrumentista con el cual tienes que ensayar, que es el caso también de acompañar a un cantante, por lo que si de preferencia se trata me quedaría con esta dualidad.

- Un hijo actor y otro ya estudia en una escuela de música. ¿Hubieras deseado para tus hijos otra profesión?
Qué te puedo decir…Nunca he pensado seriamente en “qué es lo mejor para mí que mis hijos sean”. Creo que es de un egoísmo desmedido y morboso. Cuando Aniel ( Mi Príncipe Mayor) empezó a ir a Talleres de Teatro me pareció fantástico, porque sé que no tenia condiciones musicales y míralo ahora, es actor de uno de los Grupos de Teatro para niños más prestigiosos de Cuba y el mundo: Las Estaciones. Lo de Gabriel, se pasó de liga con la musicalidad. Yo solía jugar con él cuando tenia tres o cuatro años, a repetir melodías y siempre me dejaba pasmado hasta que él se aburría de repetir y me decía….”Papa, is my turne now”….entonces me tocaba a mi repetir lo que él inventaba. Ojalá que alcancen la felicidad tan grande que me ha dado a mí encontrar en la música una manera de vivir y ser.

- Profesor, dibujante. ¿Si no fueras músico?
Pintor. Mi gran amigo Yovani Bauta se aterrorizó cuando vio en mi casa una pintura hecha por mí. Yo diría, como Nerón…No saben qué pintor murió en mi aquella tarde.

- Tu disco Mi herencia cubana (Colibrí Récords, 2006) ¿es el final de una etapa ó un nuevo punto de partida?.
Pretendo continuar con Mi herencia Cubana y llevarla a dos proyectos más donde abarcaré la etapa del bolero, la canción propiamente dicha, el feeling y después una última donde estarán mis canciones y la de mis contemporáneos y ahí estas tú de lo que no hay remedio. Esta trilogía musical será un resumen de todo el repertorio tan ecléctico que he estado cantando todos estos años y que estará organizado de esta manera.

- El exilio, ¿lección o bendición?
Fue la decisión más difícil de mi vida y la mejor. Todos los días me levanto con un sueño realizable donde lo único que me limita soy yo mismo y eso…es bueno.

-Para el hombre: ¿Matanzas o Miami? ¿Cubano o Americano?
Tengo una banderita delante de mi computadora que si la volteas por una parte esta la bandera cubana y por la otra cara la bandera de Los Estados Unidos. Cuando me levanto y me siento a trabajar me pregunto, - ¿Cómo te sientes hoy?”... en dependencia de cómo anda mi estado de ánimo viro la bandera. Hoy, no sé por qué extraña coincidencia, está por el lado cubano. Debe ser porque debía recordar algunas cosas de mi vida pasada que abarcaron 38 años viviendo en Matanzas, Cuba. Llegar, por otro lado, a los 48 y sentirme tan orgulloso de este país que me hizo un ser humano auténticamente libre, de espíritu y de acción!... Cuba es y será mi eterna referencia emocional y Matanzas un refugio al que volveré cada vez que visite a mi Madre en Pueblo Nuevo... ¿Te había dicho que Miami es la ciudad más linda del mundo?

- ¿Para el músico?
Para el músico, música. Bendita música, citando a Serrat.

- ¿Algún proyecto inmediato?
Mañana voy a ver si tengo deseos de seguir haciendo un arreglo que me encargaron y que no me gusta para nada, pero me pagan.

- Regálame alguno de tus famosos despistes.
Mi fama entre mis amigos no es precisamente como buen músico ni mucho menos. Lo que más los hace recordarme son mis repetidos despistes y los cuentan a manera de chiste en las tertulias que organizamos. El que más le gusta contar a mi hermano es el del día que estábamos comiendo en el restaurante “La Carreta” ( símbolo culinario de la comunidad cubana en el exilio) y se me acercaron dos muchachas y una de ellas con evidente alegría me dice:

- ¡Lázaro Horta!

Yo, al ver tanta muestra de cariño y sin reconocer a la exaltada muchacha, me levanté de la mesa, le di un beso y le dije:

- ¡Oye!, ¡qué bueno verte¡ - Evidentemente fingiendo que la conocía.

Yo trataba por todos los medios de hallar una pista que me condujera a la ubicación de esta persona; busqué desesperadamente en los archivos de mi memoria, pero la conversación se tornaba cada vez más intrincada y no lograba dar pie con bola de con quién estaba conversando tan animadamente.

Mientras tanto, sentía una incomodidad en la mesa donde se encontraban mi hermano y Ernestino (viejo y gran amigo). Después supe que, a mis espaldas, hacían apuestas de que yo no recordaba quién era la muchacha.

- Veinte dólares a que no sabe quién coño es. Decía mi amigo conocedor de mis despistes.
- No chico, no puede ser que él no se acuerde, si fíjate cómo le habla. - Ripostaba mi hermano, en mi defensa.

De pronto, una luz en mi mente y le dije raudo y sin pensarlo más:

- Oye, ¿y tu hermana la que toca el chelo?

Ella abrió los ojos, después los cerró y, poniendo cara de asombro, me dijo:

- ¡Lázaro Horta!, la que toca el chelo soy yo. – Exclamó, casi gritando.

Nos tuvimos que ir del restaurante sin comer porque a mi hermano y a Ernestino les dio un ataque de risa que no pudieron contener y aun más cuando vieron mi cara de circunstancia al tratar de enmendar mi equivocación con infructuosos esfuerzos que empeoraron la situación.


- De un viejo correo tuyo, donde me contabas algunos de estos despistes y otras anécdotas, elijo la última, justo para cerrar diálogo.

!Autosuficiente yo!

Recuerdo mis años en Cuba y aquella energía de mi adolescencia junto a amigos con los que compartía los mismos deseos de escalar la montaña del éxito artístico. Nos creíamos los mejores y para nosotros estábamos inventando todos los códigos musicales de nuestra época, sin competencia, desarrollando un ego difícil de superar.

El tiempo se encargó de ponerlo todo en su justo sitio y bajarnos los humos que habíamos adquirido a través de los años por nuestra ingenuidad e inmadurez.
La llegada a Miami se encargó de sepultar para siempre algún rastro de la otrora autosuficiencia.

Mi hijo Aniel se graduó de actor en La Habana y estoy orgulloso de lo que logró por sí solo sin la ayuda de nadie; ni siquiera hice una llamada telefónica a ninguno de mis influyente amigos del medio artístico para que “le tiraran un cabo”. Todo lo hizo por si solo y creció como hombre en todo ese tiempo.

Mi otro hijo, Gabriel, tiene 12 años y es ocurrente para expresarse. Vive en Atlanta y ha resultado tener evidente talento para la música. Desde muy pequeño ya jugábamos a los intervalos musicales de manera que yo le decía:

- Gabriel, ahora repite después de mí. Y le cantaba un intervalo musical.

Así sucesivamente el repetía con asombrosa precisión y yo le iba complicando la melodía hasta que me paraba y me decía:

- Now, It’s my turn papá.

Entonces cambiábamos los papeles de alumno profesor.

Hace poco vino de visita a mi casa de Miami y me propuse grabar dos canciones con él, para tenerlas como recuerdo de familia. Luché mucho para convencerlo y finalmente me dijo que sí, con la única condición de que no se la enseñara a nadie.
Le prometí, con los dedos cruzados en mi espalda, de que así sería y empezamos a hacer la maqueta con los instrumentos para después finalmente ponerle la voz.

Elegir las canciones fue una tortura china. Yo trataba de influenciarlo con algunas propuestas que me parecían idóneas para su voz, pero él permaneció firme en su decisión de cantar las canciones que ya previamente había elegido. Así que trabajé en uno de los arreglos y se lo mostré para saber su opinión.
Lo oyó muy seriamente y me dijo una palabra en inglés que no necesitó traducción dada la cara que puso cuando la dijo. Pude deducir que, para él, el arreglo no tenia ¡swing!.

- Es solo un demo para nosotros, Gabriel, please.

- Ok, go. Me dijo, muy americano él.

Empezamos la grabación y les digo con mucho orgullo que hizo una toma de voz perfecta. Yo lo miraba asombrado y erizado y al final le di un beso emocionado y lo abracé fuertemente.

- Gaby, !que bien lo has hecho hijo mío!. Le dije eufórico.
- Si. Me dijo desinteresadamente.

No obstante, quise ser perfeccionista y le dije presuroso:

- Gaby, qué te parece si repetimos esta frase para que te salga mejor, si?

Miró sus zapatos, relajó los hombros como cansado, alzó los ojos a mí y me dijo profesionalmente:

- Déjame escuchar y te digo si tengo que repetir.

!Autosuficiente yo!? ¿Se habrá cumplido aquello de que “de tal palo tal astilla?”

Todavía llamo a mi amigo de la vida Rubén Aguiar y cuando sale al teléfono le digo:

- Por favor, ¿hablo con el mejor compositor del mundo?

A lo que él me responde:

- Sí, por supuesto. De seguro hablo con el mejor cantante del mundo.

...

Aunque Lázaro no lo crea, según mi propia teoría de probabilidades, no es disparate pensar que quizás uno de los dos esté equivocado en su apreciación.
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“Dónde están los caballos”, es tema de la autoría de Lázaro Horta, dedicada a su padre enfermo de Alzheimer.



4 comentarios:

  1. Gracias Rube por este post y gracias Lázaro, por responder. Yo les debo a los dos, mucha felicidad, mucho viaje hacia el centro de mi propia tierra. Todo el mundo que entre piano, voz y partitura me regalaron sin tener idea. Lo que pueda ser de mí, bueno, malo o regular, es también culpa de ustedes. Que lo sepan.
    Y un beso muy largo, pa hacernos un trío. Otro.

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  2. Queridos dos: Me toca ponerme en plan nostálgica y sin temor a ser repetitiva, recurrente o lo que quieran, quizás con toda la intención, agradezco, yo también, la entrevista, y coincido con Mabel en que somos muchos los deudores de sus efluvios; uno de los momentos más emocionantes de mi vida como idólatra de ambos fue en un concierto en la UNEAC de Matanzas (su primer concierto, la primera vez que interpretaba sus canciones en público), creo que en el año 95, pobre de mí, desmemoriada y vieja, Rubén cantaba con esa voz que Dios no le dio No sé bien (o era otra? tampoco importa demasiado), y, por supuesto dado lo hipersensible que es, la emoción le quebró la voz y no pudo continuar, Lázaro atentísimo tomó la nota donde la había dejado, rota y feliz, Rubén y terminó la canción como un ángel.
    De p…. queridos amiguitos, el que no vivió eso no ha tenido un orgasmo musical en su vida!!! Yo guardo un cassette con esa grabación.
    En serio, agradezco tantas cosas a ambos, además de la música que ya es mucho, a los cuatro, a mis Cintio/Fina y Eliseo/Bella matanceros, las noches sentados a las pocas/muchas luces de Vigía, los paseos por las calles, las reuniones en las casas, las comidas compartidas, las angustias, las tristezas, las alegrías y las perversiones confesadas, fue fantástico chicos.
    Ahora llegué a mi oficina, son las ocho de la mañana, subo la persiana y en el inmenso ventanal veo salir el sol tras muchos días nublados y lluviosos, el placer que siento por ese solo hecho en parte es gracias a las canciones de Rubén y a las manos y la voz de Lázaro; yo también soy parte de ustedes, estoy segura, y eso me reconforta.
    Un abrazo
    Gisela

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  3. Mabe, yo sé de tu condición de esponja que anda sorbiendo del mundo todo lo bello y bueno que este es capaz de ofrecer. Soy yo quien te agradece que nos consideres parte de esa ofrenda milagrosa y buena conque vas conformando tu humanidad. Te quiero.

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  4. Contemplándola en la distancia, se me ocurre que Gisela era el nido alrededor del cual revoloteaba toda la historia literaria y musical de Matanzas en aquellos años. Era el hogar donde sucedíamos. En Gisela se correteaba y conseguía el descanso, se comía y pedía limosna, se confesaba, se amaba, se maldecía, se ofrecía el perdón y se odiaba. Todo a un tiempo. Todo intensamente. Igual te bendecía un verso que te lo desgraciaba. Gisela es la memoria de aquellos años, porque conseguía estar dentro y fuera, era testigo y protagonista a un mismo tiempo. Cuando olvido detalles de entonces me digo - “Gisela seguramente lo recuerda”.
    Gisela tiene su nuevo nido en el centro de Madrid y a pesar de ello nos vemos tan poco. Iba a decir “tal vez ya no nos quiere porque ha encontrado un nuevo amor”, pero eso no es cierto. Gisela no deja de ser nido cuando encuentra nuevos amores, porque ella no deja de amar nunca. No abandona. Quien aspire a su amor debe saber que, además de arriesgarse a cadena perpetua, y si lo consigue, ha de estar dispuesto a compartir celda con todos sus reales o probables pasados y futuros amores, en esa penitenciaría de alta seguridad que es el corazón de tan simpática y peligrosamente bondadosa mujer.
    No le conozco fracasos porque en sus mundos todo es posible de antemano. Y no acabo tampoco de explicarme cómo consigue ser objetiva a pesar de que vive todos esos mundos en una sola dimensión y un único tiempo, el presente.
    Teniendo en cuenta que, además, escribe muy bien, es exquisita poeta y tiene imaginación y talento para dar testimonio hasta de lo que no sucedió, quiero instarle desde aquí a que asigne parte de su tiempo a escribir la "biografía" de aquellos años, aunque sólo sea para que de vez en vez nos llame y nos consulte algún detalle borroso, que los habrá.
    Gracias, muchacha, por tu comentario, por tus palabras hermosas y por no abandonarnos nunca.

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