Lo que mejor recuerdo de esta foto de La Seña del Humor de Matanzas son mis pantalones. Tan anchos como pudiera conseguirlos, mi pasión de grandes pantalones y camisas enormes me llevaba a entrar siempre en una tienda de la Calle del Medio en Matanzas que vendía ropa para gente muy alta y ancha. Para gordos, sin ir más lejos. Ahí me encontré con ese pantalón que desluzco en la foto. Talla extra. Mal doblado sobre un estante de camisetas. Lo toqué. Y un rumor de hilos en mis manos me enamoró: ¡ese pantalón sonaba cuando lo tocabas!
Mi ambición de grandeza entonces era bien humilde y quedaba a salvo bajo la insolencia de mis desproporcionadas mudas de ropa.
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