El tiempo no parece tener
dirección específica. Las vías hacia el futuro son infinitas, en toda la
magnitud de ese concepto. Al presente, sin embargo, se llega por un solo, único
y exclusivo camino. Ese camino es el pasado. El pasado, por su parte, es un absoluto,
estático, incambiable.
No obstante, en sentido
general, nada de eso es muy importante. Por más que vivamos la tensión del día
a día, allá adentro, bien adentro tenemos claro cuál será nuestro final.
Y acaso por esta última razón
es que solemos postergar, retardar, suspender o simplemente cambiar por otros
asuntos la realización de proyectos urgentes, en umbral tal que van desde tomar
un vaso de agua (lo sublime) hasta intentar realizar un sueño (…) De hecho, la mayoría de las cosas que
pretendemos hacer ahora mismo las dejaremos para después.
Y es en este punto que, por
acumulación, aquello no tan importante comienza a tomar la siniestra forma de
la complejidad. Porque, aunque lo presumible respecto a la dirección del tiempo
es que puede ser lo mismo hacia delante, hacia atrás, a un costado, al otro,
arriba, al futuro o al pasado, lo que parece indiscutible es que va,
invariablemente y además, hacia abajo. De esta manera resulta que todo aquello
que aplazamos se va acumulando en algún lugar allá arriba, encima de los
postergados ex-proyectos previos que constituyen nuestro bamboleante pasado.
Unos encima de otros, como una torre.
Por ello ando yo, hace rato
ya, caminando de puntillas y dando saltitos al azar, a un lado y a otro,
adelante o atrás (sí, como el tiempo) observando de reojo la torre de mis
trastos pospuestos a la largo del camino de esta vida, convencido de que si en
un descuido me detengo, me caen en la cabeza.
Entre ellos los más pesados
son unos paquetes y cajones repletos de fallidos intentos y sueños de
grabaciones de discos o maquetas o demos o simple testimonio para la familia y
los amigos, de mis canciones.
Temeroso a esta edad de no
conseguir sobrevivir bajo los escombros de un más que probable derrumbe, me he
propuesto ir liberando espacio en la torre (está claro que voy a seguir
acumulando desechos) Para ello he decidido convertir en sueños realizados una
buena parte de esos sueños proyectados, esbozados apenas, trazos de una
resonante obra mayor, que son mis canciones grabadas en cassettes hace casi
treinta años y que están en la cima, en la puntita de la torre, allá arriba,
ignoradas pero, afortunadas ellas, no olvidadas.
En lo concreto voy a publicar
esas viejas grabaciones. Como están. Rotas, en su mayoría. Marcadas en amarillo-tiempo
por el tiempo. Rasgadas como nacieron, acunadas en machacadas grabadoras de
segunda mano, muchas veces con las pilas gastadas. Grabaciones ruinosas de
temblorosas canciones, como yo entonces, cocidas en su propio sueño, el mío.
He llamado al performance
“Canciones de Cassettes”. Y tienen para mí el valor, según les acabo de contar,
de formar parte de mis trastos no olvidados. Y un agregado valor
sentimental que no acabo de definir en qué consiste. Él sabrá.
Cada seis días subiré a mi
Canal de YouTube un video con una canción. Puesto que no hay presupuesto, más
que mi tiempo, los videos harán firme homenaje a lo vi-ideado. Serán simples,
casi todos video lyrics, letras y viejas o sencillas imágenes.
A ver si conseguimos agrupar
la cantidad de suscriptores suficiente para mantener el espacio según las
reglas de esa plataforma que permiten recoger frutos de los trabajos hechos con
amor, dedicación y algo de suerte.
Letra y Música: Ruben Aguiar
Arreglo de Dany Aguiar.
Oboe: Angel Aguiar
Guitarra y Voz: Rubén Aguiar
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