domingo, 2 de octubre de 2022

Blonde. Por Ruben Aguiar


Sospecho que es difícil que Ana de Armas reciba un Oscar por su actuación en Blonde. En mi opinión, la actriz cubana merece una buena cantidad de premios porque está fenomenal. Su actuación también. 

Pero hay en este film ciertas incorrecciones que violan la constitución hollywoodiana y algunas otras agendas.

Resumo:

1ra.- Pro-Familia. La Tarkovskyana (¿Tarkovsky-Ana?) voz en off del padre, recalcando su ausencia, y la descuidada crianza de la madre, ambas cosas planteadas como causa de los males y errores en el futuro comportamiento de la rubia Norma Jeane, apuntan a alegato a favor de la familia, algo que ella no tuvo y parece pedir a gritos en la película.

2da.-  Anti-Aborto. Las alusiones, varias y sostenidas, a este tópico sitúan la responsabilidad de los abortos de la rubia Norma Jeane en la sociedad, y no tanto en aquella que se la tragó como en esta que hoy la contempla. El primero de los abortos, incluso, es a la fuerza; una suerte de “no es que tienes derecho a abortar, es que ¡tienes que abortar!”… y le sacan el hijo. Hay, además, repetido, un punto de vista desde el feto, desde adentro, una entidad viva que mira y ve, que Es, mientras es forzado a salir desde el vientre de la madre… una madre que no quiere que salga pero que ya ni puede hacer algo para evitarlo. Fuerte y atrevido punto que apunta (es mi punto) a alegato contra el aborto.

3ra.- Provocar a la Progresandez tratándola de vomitiva. Se deleita la película fulminando a una de las vacas sagradas de la izquierda y la progresía históricas: Kennedy. La escena que alude a la relación entre la rubia Norma Jeane y el entonces presidente demócrata es la más violenta de la película, grotesca e intencionadamente repulsiva… una de las más repulsivas que he visto en cine.

4ta.- Puaf Hollywood. Canibalismo con brillo. Una variante de humano que vende su alma a cambio de formar parte de una entidad social que se alimenta devorando justo esas partes que lo configuran. No toda esa institución es así, por supuesto, pero en la película no aparece otra.

Hay muchas más desobediencias, aunque estas ya son suficientes. Premiar a Ana sería premiar la película y sus intolerables herejías. Ello supondría un inadecuado mensaje a la adoctrinada clientela, por otro lado cada día menos controlable y más dispuesta a tomarse la justicia por su mano. Para la Academy Award sería lo que se dice “afilar cuchillo pa’ pescuezo propio”.

A mí la peli ni sí ni no ni ná ni no sé ni me importa… Mejor que muchas y peor que tantas.

Pero ver a esa guajirita de Santa Cruz del Norte, que de por ahí es parte de mi familia, nacida poquito antes que mi hijo, posada en un papel imposible hasta para Norma Jeane o la mismísima rubia Marilyn, mientras trato de ubicarla en medio de la cristalería tratando de no cortarse... o de cortarse, cualquiera sabe… y sentir que es difícil dejar de mirarla… y admirarla. Claro, tiene a la Monroe a su favor. Porque en el fondo es a la otra a la que uno está viendo o cree o quiere ver, a esa Marilyn Monroe interior, íntima y personal que conservamos casi todos y que, esa sí, no falla… ya no puede fallar.  

Por supuesto, esto es solo mi opinión, tras apenas un vistazo al larguísimometraje. Y, ya saben, cada cual ve la película que quiere.

Ojalá me equivoque y Ana de Armas reciba justicia de la hidra antes de ser tragada por ella. De hecho ya anda recibiendo descorteses mordiscos en sus hermosos pechos, del The New York Times en el izquierdo y de Libertad Digital en el derecho, que son los opuestos colmillos que consulto cuando quiero recordar a qué sabe el pescuezo de pescao’ cuando me apetece carne.

Por cierto, lo de Kennedy lo disfruté en grande.



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