Acabo de ver "Parásitos",
la película coreana que recibió cuatro Oscar en la edición 92ª de entrega
de esos premios.
Construida de punta a cabo sobre
armazón hollywoodense, o sea,
occidental, lo que echa por tierra cualquier expectativa de disfrutar algo
exóticamente novedoso, "Parásitos" es una comedia de medio
palo que nada aporta ni a la comedia ni al palo. Mucho menos al
cine. Y, por supuesto, con una dirección y un guion a la altura de
esas escaseces.
Mi perplejidad es tal que,
honestamente, pienso que quien no coincida en ello es porque no la ha visto. Y,
si la ha visto, entonces es que no ha visto "1917" ni "Érase una
vez… en Hollywood" ni "El irlandés" ni "Joker" (ni "El faro" ni
"Richard Jewell" ni "Historia de matrimonio" ni
"Doctor Sleep" ni "Uncut Gems" ni
"Knives Out"… vaya 2019!)
Y si las ha visto todas y aún cree
que “Parásitos” merecía un premio (¿mejor
película de habla no inglesa?!! no jorobe, ¿así está el cine por
ahí?!) es porque pertenece a ese grupo de cinendofóbicos que
lleva semanas denunciando que las otras cuatro películas aspirantes al premio
fueron nominadas porque estaban realizadas
por blancos. Sí, hechas
por "hombres blancos".
¡Películas acusadas
de haber sido nominadas no porque no fueran buenas o por pretenciosas o porque
los realizadores fueran agitadores políticos o activistas enemigos o
terroristas o porque son amiguetes o millonarios y compraran las nominaciones.
Nada de eso: porque están hechas
por ¡Hombres Blancos! Nivelazo de acusación!
Por cierto, las citadas no es que
sean buenas, ¡es que son cuatro magníficas películas dignas las cuatro de
Premio Mayor! Aún cuando no nos
gusten. Y con Premio Mayor, no me refiero al Oscar, que visto lo visto en
estos últimos años, no vale la pena. Hablo de algún premio que se
respete. Sí, ya sé, ojalá algún día se instaure un premio así.
Mi reacción cuando leí que el Oscar
lo ganó la película coreana fue de desconcierto. No la había visto, así que no
quise apresurarme y concedí que quizás estuviera a nivel, aunque convencido de
que era poco probable que superara a las otras nominadas. Cuando la vi, mi
primera reacción fue de malestar, por supuesto. Mis favoritas eran
-
"1917" de
Sam Mendes, un magnifico espectáculo cinematográfico, encima sin discursos
moralistas y alejado de conflictos que le obligaran a cometer burdas
concesiones ante la cada vez más afilada guillotina de lo políticamente
correcto que hoy florece en cada plaza o esquina de la red…
y
-
"Érase una vez… en
Hollywood", de Quentin Tarantino, que me sorprendió y emocionó con una
incontrovertible propuesta (que ya había insinuado a manera de comedia en Inglourious Basterds,
en
la que mató a Hitler en un atentado, pero que esta
vez es tarantinamente explosiva
y taranatinadamente conmovedora): el arte nos puede hacer vivir una
versión de la vida como debió ser.
(La
propuesta que se me antoja en Tarantino es excitante y esperanzadora. En
ausencia de un eterno retorno constatable, el arte, sobretodo el arte del cine,
nos permite vivir nuevamente nuestra vida. Pero cada próxima vez tenemos la
oportunidad de corregir lo inapropiado y vivirla, arte mediante, como nos
hubiera gustado ocurriera la vez anterior. No confirmando o maldiciendo lo
vivido, no opinando, no juzgando. Simplemente vivir lo ya vivido pero a nuestro
gusto y sin improvisar. El arte como posibilidad de reconciliarnos con nosotros
mismos, concediéndonos la oportunidad de reparar nuestros descuidos e
infortunios. Está claro que Tarantino en sus filmes se da el gustazo de
vengarse, que para eso es Tarantino. Pero a su favor consta que no hay garantía
alguna de que su propuesta artístico-filosófica sea reconocida y aceptada. Yo
diría, incluso, que tiene amplias posibilidades de que sea ignorada y
rechazada, que para eso es hombre
y blanco)
Cualquiera de ellas. Pienso que son
las dos mejores películas de 2019.
Pero aquella, la de la molestia, fue
sólo mi primera reacción. Luego me fui a los videos, los comentarios, los
artículos, las redes y…
A ver si me
explico bien. Al final me va quedando la impresión de que mi creciente fobia
hacia los miembros de la Academia de la Caridad al Pobre Oscar, o sea, los
que dan los premios, no parte de una premisa razonable ni inteligente, quizás
porque carezco de la astucia que le sobra a esos señores para resolver asuntos
tan delicados como tener que elegir. Y es que, viendo los discursos de los
premiados y de casi todo aquel a quien le ponen un micrófono delante en
Hollywood últimamente, he comenzado a sospechar que la Academia, en pleno,
puede que esté hasta el bigote de escuchar tanta sandez, tanta babosearía,
tanta hipócrita reivindicación de tanto ricachón complejista y
sobrado de doble moral, teniendo en cuenta que para ellos, los académicos, eso
debe ser pan de cada día. ¿Será ese el punto?
Bueno, lo sea o no lo sea, yo a
estas alturas del festival casi prefiero que premien a los pioneritos coreanos
con tal de no tener que escuchar más discursos de los miembros del Comité de
Agitación y Propaganda del Frente de Supremacistas Morales
del Progrexismo Hollywoodense. Con el discursito del afectado miembro
que interpretó al Joker (sin superar ni por asomo a su
previo, Heath Ledger) tengo bastante. Ya está repleto mi álbum de
colección de ídolos caídos.
Me temo que Tarantino tendrá que
ceder y concedernos diez
películas más para reparar toda esta etapa decepcionante de la historia del
cine americano.
El
otro cine, ya nos hacemos cargo, no cuenta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario